jueves, 2 de enero de 2014

Los otros clásicos XXI - Lupercio Leonardo de Argensola

Por alusiones, claro, pero principalmente por méritos propios comparece hoy en “LOS OTROS CLÁSICOS” Lupercio Leonardo de Argensola, poeta menos fecundo que su hermano menor, pero igual de ingenioso e inspirado. Ya en vida gozó fama de escritor talentoso, pues sus tragedias fueron alabadas por Cervantes y algunos de sus poemas quedaron impresos en las Flores de poetas ilustres (1605), de Pedro Espinosa. Pero, arrepentido de que su conversación con las Musas le hubiese apartado en alguna ocasión de sus graves ocupaciones (llegó a ser cronista de Aragón y secretario del conde de Lemos cuando éste ejerció como virrey de Nápoles), quemó sus versos poco antes de su muerte, que le sobrevino, de forma prematura, en su residencia partenopea. Por fortuna, su hijo Gabriel Leonardo recopiló cerca de un centenar de poemas salvados de la quema y los dio a la imprenta en 1634, junto con las obras de su tío Bartolomé. Así podemos disfrutar ahora de sonetos tan acabados como éste, donde Lupercio se compara con el río Ebro porque ambos discurren en dirección contraria al astro rey (el del río, el Sol; el del poeta, su amada); y le confiesa que, para la mujer que le desdeña, sus lágrimas son tan insignificantes como las aguas del río al confundirse con las del mar.


XXI.- Lupercio Leonardo de Argensola (1559-1613).

Si de correr opuesto al claro oriente,
Ebro, te precias con tus ondas frías,
hazlas seguir a las querellas mías,
que atrás queda mi sol resplandeciente.

Con lágrimas aumento tu corriente,
y de quien es la causa las desvías;
cruel, ¿por qué tributo al mar envías
de lo que doy a Filis inclemente?

Pero con esto enseñas ser lo mismo
llegar al sordo mar que a su presencia,
y que no produjeran otro fruto;

pues no se echa de ver en el abismo
de su crueldad mi llanto y mi paciencia,
como en ese tampoco tu tributo.

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