Ahora un divertimento menor, pero de lujo. Y, de paso, una excelente excusa para reservar un merecido puesto de honor, entre “LOS OTROS CLÁSICOS”, a los brillantes poetas españoles nacidos al otro lado del Atlántico, aquí representados en la colosal figura del fraile agustino Miguel de Guevara. Autor de un difundido tratado sobre una de las lenguas habladas por los indígenas de la Nueva España (Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua matlaltzinga, de 1634), Guevara ha merecido la atención de los siglodoristas porque se le ha atribuido –puede que sin demasiado fundamento– la autoría del celebérrimo soneto “A Cristo crucificado” (“No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido…”), que aparece en el manuscrito original de dicho tratado. Allí figura también, de puño y letra del agustino novohispano (aunque sin testimonio expreso de que sea obra suya, por lo que sólo cabe atribuírsela), esta otra muestra acabada de su asombrosa habilidad poética, soneto que, visto a la luz del adagio bíblico “nihil novum sub sole”, reduce del todo a la nada la supuesta originalidad del no menos famoso soneto contemporáneo de José Hierro (“Después de todo, todo ha sido nada / a pesar de que un día lo fue todo…”).
XIV.- [Atribuido a] Fray Miguel de
Guevara (1585-1646)
Pídeme de mí mismo el tiempo cuenta;
si a darla voy, la cuenta pide tiempo:
que quien gastó sin cuenta tanto tiempo,
¿cómo dará, sin tiempo, tanta cuenta?
Tomar no quiere, el tiempo, tiempo en cuenta,
porque la cuenta no se hizo en tiempo;
que el tiempo recibiera en cuenta tiempo
si en la cuenta del tiempo hubiera cuenta.
¿Qué cuenta ha de bastar a tanto tiempo?
¿Qué tiempo ha de bastar a tanta cuenta?
Que, quien sin cuenta vive, está sin tiempo.
Estoy sin tener tiempo y sin dar cuenta,
sabiendo que he de dar cuenta del tiempo
y ha de llegar el tiempo de la cuenta.
Pídeme de mí mismo el tiempo cuenta;
si a darla voy, la cuenta pide tiempo:
que quien gastó sin cuenta tanto tiempo,
¿cómo dará, sin tiempo, tanta cuenta?
Tomar no quiere, el tiempo, tiempo en cuenta,
porque la cuenta no se hizo en tiempo;
que el tiempo recibiera en cuenta tiempo
si en la cuenta del tiempo hubiera cuenta.
¿Qué cuenta ha de bastar a tanto tiempo?
¿Qué tiempo ha de bastar a tanta cuenta?
Que, quien sin cuenta vive, está sin tiempo.
Estoy sin tener tiempo y sin dar cuenta,
sabiendo que he de dar cuenta del tiempo
y ha de llegar el tiempo de la cuenta.
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