jueves, 11 de abril de 2013

Recordando mi vida, Teresa Goitia


Curioseando en una librería de ocasión, leí “Teresa Goitia” en el lomo de un libro. Pensé: “Así se llamaba la madre de Benet”. Me puse a hojearlo y descubrí que efectivamente estaba escrito por la madre de Benet. Me pareció un libro rarísimo, del que nunca había oído hablar. Ya en casa, me puse a buscar en Google y no encontré ningún ejemplar ni en las bibliotecas municipales de Madrid, ni en la Nacional.

No soy ningún experto en Benet, pero alguna cosa he leído sobre él y nunca he visto citado este libro, en el que salen abundantes datos biográficos del escritor. (Carmen Martín Gaite hizo en su día una reseña –luego recogida en Tirando del hilo- en la que no resalta que sea un libro interesante para los benetianos; se limita a ensalzar el carácter de la autora.)


El libro salió sin el formato de las otras colecciones de La Gaya Ciencia, que, si no me equivoco, en 1979 estaba dirigida por Rosa Regás, amante por entonces de Benet. En esta editorial salieron Una meditación, Del pozo y del Numa, El ángel del Señor abandona a Tobías, Sub rosa y Saúl ante Samuel. Es decir, es posible que en última instancia este libro lo editara Benet.

Está como dictado, con recursos y descuidos del lenguaje hablado. Podríamos decir que está mal escrito, a veces con frases rarísimas e inelegantes repeticiones de palabras. Pero contiene multitud de datos sobre nuestro admirado Juan Benet y su familia. Vamos a repasar unos cuantos.

Ella, la madre, que debió de ser, para  decirlo con una fórmula de la lengua, de armas tomar, era de familia vasca muy rica. Cuenta que tuvo muchos pretendientes y que llevaba una vida muy divertida. Presume mucho de su inteligencia, de los pretendientes que tuvo (de uno dice: “Habríamos sido muy felices”, lo que da a entender que no lo fue con su marido). Da la sensación de que se acabó casando (esto es casi una ley general) con el que llegó cuando le tocaba casarse, no con el que más le gustaba, o el que más la quiso.

Vivió un tiempo en Barcelona con su madre. En Madrid conoció a Tomás Benet, que era catalán. Se casaron y tuvieron tres hijos (Marisol, Paco y Juan). El marido era muy celoso. No la dejaba bailar con otros en las fiestas. Recuerda haber bailado mucho en casa con él, ellos solos.

Le ganaba al ajedrez. Y aprendió inglés con más facilidad que él (a él le daba clases una profesora en casa, por la mañana, mientras se preparaba para salir, y ella solo estaba presente).

Cuenta que Primo de Rivera metió a Tomás Benet en la cárcel (por liberal, se supone, aunque no lo dice) y que fue ella quien lo sacó. Parece que ella no se llevaba bien con él. Dice que Juan una vez, con 4 años, la defendió de él.

Un día decidió irse de casa, con los hijos. “Si yo hubiese tenido dinero, no me habría separado”, dice. A partir de entonces no vuelve a nombrar al marido. No dice, por ejemplo, que lo mataron unos anarquistas a poco de empezar la guerra, como sabemos.

Habla mucho de Juan. Dice que siempre les estaba haciendo reír, a ella y a sus hermanos.
Era, como hemos dicho, una mujer de carácter, valiente, y eso le hacía ganar simpatías hasta de sus enemigos. Una vez se enfrentó a unos milicianos y a estos les hizo mucha gracia.

Por este libro nos enteramos de que pocos escritores han tenido una Guerra Civil tan ajetreada como Benet, a pesar de su corta edad. Veamos. Como la perseguían, la madre se refugia, con sus hijos, en la embajada de Finlandia, de la que acaban saliendo porque no había comida. Marcha a Valencia y allí embarca en el vapor turco Karadenis. Pasan tanta hambre que roban comida de la cocina, con ayuda de una amiga. No les dejan desembarcar en algunos puertos. Por fin desembarcan en Siracusa, donde les llevan a un convento. Allí toman un barco italiano hacia Sevilla. Y de Sevilla, con dinero prestado por unos familiares, viaja a San Sebastián. Se va a Burgos, a Salamanca, otra vez a San Sebastián…

Acaba la Guerra y cuenta que Paco era muy brillante, pero que en el colegio del Pilar solo le ponían notables. Y que cuando hizo la reválida, fuera de Madrid, le pusieron Matrícula. De Juan, el director del Pilar decía que era el alumno más brillante en matemáticas que habían tenido nunca. A Paco le suspendieron en el examen de dibujo para entrar en Arquitectura. Entonces se fue a estudiar Filosofía en la Sorbona. De allí le echaron por desplegar una bandera republicana. Se fue a Yale.

Como es un libro de recuerdos desordenados, cuenta que en una sesión espiritista un espíritu le contó a Teresa que un amigo de su hijo debía tener cuidado. Cuando se lo contó al hijo este se rio. Y al poco tiempo detuvieron al amigo. Idearon un plan para sacarlo de la cárcel, pero no lo pudieron llevar a cabo. Y lo sustituyen por lo que sería la fuga de Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana de Cuelgamuros (Manuel Lamana escribió una novela indeciblemente aburrida sobre el asunto; Barbara Probst Solomon lo contó en dos libros muy amenos; y Sánchez Albornoz también lo ha contado muy bien en un libro póstumo, relativamente reciente).

Fue ella –la madre- quien le dijo a Juan que estudiara ingeniería. Él no quería. Quería ser escritor. Pero ella le dijo que escribiera en ratos de ocio, como finalmente haría.

Una curiosidad: En un viaje que ella hace a Nueva York, Juan le encarga una regla de cálculo (los más jóvenes no sabrán que hasta no hace tantos años no había calculadoras, sino reglas de cálculo; seguro que Luis Junco las usó en su otra vida de ingeniero).

Teresa vivió bastante tiempo en Alberto Bosch, con su hijo Juan, ellos dos solos. Dice que se llevaban muy bien. Ella iba incluso a las cenas de Juan y sus amigos. Dice que Juan escribía todos los noviembres un Tenorio especial que representaban los amigos con una cena de gala.

En Espalter, junto a su casa, había un loco que aullaba y Juan le imitaba para hacer reír a todo el mundo. Parece que la novia de Juan (Nuria Jordana) era sobrina de la madre (o sea, prima de Juan). Y cuando Juan se casó con ella, Teresa se quedó sola.

Hay cosas en este libro que no se entienden (como si se hubiese perdido un fragmento, o como si se hubiese transcrito mal algo tomado de oído). Por ejemplo, Paco le escribe para decirle que se casa. Ella se pone furiosa y Juan la tranquiliza diciendo: “No te sulfures, es princesa, sí, pero al casarse los hijos los pierdes” (sic).

Cuenta que Paco hizo un estudio para enriquecer al Irán. Y que los iraníes lo contrataron. Pero al poco él murió en un accidente de coche en el desierto (el viaje a Irán a recoger el cadáver de su hermano, creo que lo ha contado Benet en algún sitio).

En un viaje Teresa conoce al “encantador Félix Ros” (“encantador”, uno de los falangistas que desvalijaron la casa de Juan Ramón Jiménez) y a otros jóvenes que admiran a su hijo Juan, entre ellos un Caroll (seguramente el José Carol, del que leí  El Parador hace tiempo, sin gran entusiasmo). Ella no dice si ha leído los libros de su hijo, ni opina sobre ellos.

Una rareza, que encaja muy bien en esta mujer, empeñada todo el tiempo en demostrar su originalidad: dice que vio una vez caer un rayo junto a ella y que el rayo ascendía, salía de la tierra. Ella creía que bajaban.

Nos dice que ha conocido a mucha gente, ha visto y hecho muchas cosas, pero que no está contenta con su vida. ¿Si volvieras a vivir harías lo mismo?, se pregunta. Y se responde que no.

El final del libro es un poco triste, porque se han acabado los recuerdos y mira a su alrededor y lo que ve es una anciana solitaria. Aquella mujer tan vital, tan brillante, asegura que cuando muera la irán a recibir su hijo y su marido (al que no había vuelto a nombrar y del que no parecía querer volver a saber nada). Nos descubre que está en una residencia, y asegura que sus hijos la quieren mucho, pero solo nombra a Marisol.


Teresa Goitia Recordando mi vida (Barcelona: La Gaya Ciencia, 1979)

5 comentarios:

  1. Aunque sin mucho detalle, creía conocer lo esencial de la biografía de Juan Benet. Pero vista a través de los ojos de su madre, hay cosas interesantísimas y de las que no tenía ni idea. Muchas gracias, Emilio, por el rescate de este libro casi desconocido.
    (Y sí, durante un tiempo, mientras estudiaba ingeniería, utilicé la regla de cálculo. Hasta entonces, en los exámenes había que realizar los cálculos a mano –multiplicaciones, divisiones, raíces, logaritmos y razones trigonométricas con unas tablas monstruosas-, que debían quedar reflejados en un margen del papel. La aparición de la regla de cálculo –varias reglas, fijas y móviles, con distintas escalas numéricas que se deslizaban unas sobre otras y permitían realizar las operaciones sobre la marcha y con un margen de error razonable- fue una revolución y un escándalo. Escándalo porque supuso una clara ventaja para sus poseedores y la queja de los que no la tenían. Durante un tiempo, su uso fue prohibido en los exámenes. En poco tiempo se sustituyeron por las calculadoras electrónicas y quedaron como objeto de coleccionista. Yo todavía conservo una. )

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    1. Verdaderamente, leer esta entrada es bastante desagradable para cualquiera que haya conocido a Teresa Goitia. O a su hijo Juan, que la adoraba. Aunque me figuro que es lógico que hayas leído así su libro.

      Imagínate el libro que hubiera podido escribir tu abuela. Y luego imagínate que un culto latiniparlo lo cogiera por banda. Esa es la
      situación.

      Según supe por ambos, Juan se opuso en redondo a que publicara ese libro, pero Pablo Arenal ( "Don Pablo", de ahí el "Don Juan" familiar de Benet ) que no sólo era el gerente de MZOV Cubiertas y Tejados, sino el más consentidor y enamorado de los admiradores de Benet, además de su amigo íntimo y su "padre", la animó.

      -¿Porqué tú puedes publicar los libros que te da la gana y yo no puedo publicar el mío?
      Argumento irrefutable.
      .

      A lo largo de muchos años la visité una vez a la semana en su residencia, oficialmente en nombre de Juan. Si yo iba a verla "se consideraba" que Juan había hecho su visita.

      Por otra parte, él se dejaba caer por allí a menudo, porque dicha residencia estaba justo en la calle Ayala, muy cerca de las oficinas de MZOV donde trabajaba Juan.

      Fue ella la que quiso irse a vivir allí.

      Todos los sábados venía a comer a casa y en verano pasaba un mes con nosotros en Zarzalejo. Si sólo habla de Marisol es porque ella iba todas las tardes a pasar el rato o a jugar a las cartas a su residencia, ya que no tenía cosa mejor que hacer, junto con una caterva de amigas a las que Teresa tenía abducidas.

      Era enormemente seductora, como Juan. Poseía unos ojos azul porcelana de increíble resplandor. También tenía muchísimo mundo, no sólo para ser una mujer de su generación, sino de cualquier generación.
      De niña y adolescente, paseaba a menudo con su padre, Francisco Goitia, uno de los introductores del liberalismo en España ( con calle en Madrid, por cierto) y con Arturo Soria. Conoció a Ricardo Baroja, a Valle-Inclán. Darío regoyos también era amigo de la familia y pintó un mural en su fábrica de productos químicos.

      En cierto modo, fue la Gertrude Stein española, ya que apostó por los pintores de la Escuela de Vallecas cuando estos eran unos indocumentados. Los expuso en un lugar que inventó llamado "El Coto", lo más "fashion" del Madrid de la posguerra, situado astutamente entre el Ritz, la Bolsa y el Palace. De modo que llego a tener una pinacoteca bastante importante. Compró la friolera de veintitres Benjamín Palencia, por ejemplo.

      Por cierto, el "amigo"encarcelado era Juan Manuel Caneja.

      De vez en cuando regalaba algún cuadro de los que le quedaban cuando deshizo su casa ( los otros habían ido a parar a sus hijos previamente) A su nieto Eugenio, por ejemplo, le llegó con un Solana.

      Martín Santos mataba por ella. Y todo el que la conoció. Era una mujer espléndida, aunque no supiera escribir libros. Exactamente igual que tu abuela, que tampoco sabe.

      Y no voy a contar nada más de ella en este irrespetuoso blog, aunque verdaderamente podría escribir un libro, organizarlo, ordenarlo, sacar a la luz todo lo que me contó, interpretar la frase de la princesa ( porque en verdad es princesa de la dinastía que el padre de Reza Palevi destronó, biznieta de un heredero a la corona de Ciro el Grande que se desnucó antes de reinar al caer de un caballo)y lo de los hijos-aunque esto último está clarísimo. No sé cómo no lo entiendes.

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    2. Muy señora mía: Este blog no es en absoluto irrespetuoso, sino todo lo contrario. Puede ser crítico y mucho, pero no irrespetuoso. Conste que sevidor es sólo un lector del blog. Pero es que hay cosas que...
      ¿Quién es el culto latiniparlo?. Si mi abuela escribiera un libro contando historias sobre ella, sobre mi padre, sobre mí, sobre nuestras vidas y nuestras venturas y desventuras, desde luego, desde su perspectiva (y mi abuela es muy culta, se lo aseguro), pero no citara en absoluto a mi señora esposa, con la que llevo viviendo un lote de años, seguro que mi mujer se ofendería y le contestaría, un poco airada, un mucho frustrada, un bastante dolida, en fin, para qué más adjetivos. Pero estoy casi seguro que no sería en absoluto impertinente, descomedida, irresponsable y desconsiderada.

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    3. He tenido que volver a leer aquella entrada que hice sobre el libro de Teresa Goitia por si me había mostrado irrespetuoso –involuntariamente, en todo caso- y no lo recordaba. Pero, la verdad, no encuentro nada irrespetuoso. Si lo hay, si he herido la sensibilidad de la familia, pido disculpas. Nada más lejos de mi intención que ofender a ningún miembro de esa familia, por la que siento una enorme admiración. Creo que la entrada irradia más que admiración por su miembro más conocido, Juan Benet. De hecho, el objetivo de esas líneas era dar a conocer unas noticias sobre el escritor que creía que nadie había dado hasta ese momento. Decía entonces que el libro me parecía mal escrito. Pero lo decía en un sentido literario. Como libro sin ambiciones literarias es magnífico. Y está muy bien escrito, en el sentido de que es un retrato perfecto de su autora. Dice lo que quiere decir y lo dice muy bien. Veo, por lo que cuentas, que Teresa Goitia podría haber dicho mucho más. Gracias en todo caso por haber escrito el comentario y por la cantidad de noticias interesantes que das en él. Me habría encantado que hubieras seguido contando cosas de ella. Te animo a que escribas ese libro que dices que podrías escribir sobre ella. Muchos lo leeríamos con una predisposición muy favorable.
      Sin ánimo de entrar en polémicas sobre ciertos puntos de tu nota, solo quiero añadir dos cosas. Una: hablas con desdén de “este irrespetuoso blog”. Quizá solo te refieras a la entrada en la que has hecho tu comentario. Si te tomas la molestia de leer el blog más en extenso verás que “irrespetuoso” no es un calificativo que se le ajuste. Y dos: la repetida alusión a mi abuela es de muy mal gusto. Hacer ironías o bromitas a costa de alguien a quien no conoces no es muy elegante. Además no sé por qué hablas en singular. Tuve dos abuelas, como puedes imaginar. Alcancé a conocerlas a las dos. Y además de que fueron dos mujeres extraordinarias, yo las adoraba.

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  2. En cuanto a la respuesta anónima:
    No me gusta hablar con gente enmascarada, ni acostumbro a hacerlo. Además, no se entiende bien lo que quiere decir. Si me atreví a llamar al autor "culto latiniparlo" es porque él se atrevió a decir que la madre de mi marido "era de armas tomar", palabras que me parecieron muy fuera de todo tono.

    En cuanto al lío que organiza con su hipótesis, no sé a qué viene, ni la comprendo, la verdad. Cuando conocí a Teresa Goitia, ese libro estaba publicado ( si se refiere usted a eso, a que a mí no me menciona) De haber sido de otro modo, habría podido ayudarla a desbrozar y aclarar, como lo hice en las páginas que me dictó posteriormente.

    En cuanto al autor de este blog:

    A lo mejor he leído mal y lo que has hecho ha sido una descripción notarial.

    Sin embargo, la expresión "de armas tomar" no es muy respetuosa que digamos. Seguramente te olvidaste de consultar el DRAE:

    "de armas tomar.
    1. loc. adj. Dicho de una persona: de cuidado. "

    "En general, se utiliza para hablar sobre alguien de quien debe uno cuidarse."

    Me pareció también que te empeñas en destacar en tu artículo algo así como un permanente auto-elogio ( "presume mucho de su inteligencia") ( "empeñada todo el tiempo en demostrar su originalidad" )y mucha confusión mental, incluso estupidez o ignorancia ( "ella creía que bajaban" )

    También ese final : "Nos descubre que está en una residencia. Asegura que sus hijos la quieren mucho PERO -adversativo- sólo nombra a Marisol" suena como poniendo en duda que su hijo Juan la quisiera mucho, o que ella lo quisiera a él. Suena a mujer aparcada en una residencia por un hijo desnaturalizado, la verdad.

    Entiendo que lo que menos te podías imaginar al contar en tu blog esa rareza es que apareciera alguien de su familia por aquí, a leerlo con pinzas.

    Suele suceder que la ausencia de personas queridas nos vuelve susceptibles cuando los demás tocan su recuerdo. "La sangre quiere hablar, pero no quiere oír"

    Por eso mencionaba la idea de una abuela tuya que hubiera escrito un libro con toda la ingenuidad del mundo, que es lo que hizo mi suegra, para que pudieras imaginar lo poco que te gustaría, quizas, que alguien dijera ciertas cosas de ella que no la beneficiaran, y no porque ella no fuera maravillosa, sino porque no fuera escritora y careciera de no sólo de conocimientos sobre estructuras y carpinterías narrativas sino de de la más mínima astucia literaria. Pero no quería ofenderte. Y lamento haberme ofendido, a mi vez.

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