lunes, 16 de mayo de 2016

Los otros clásicos XLIV - Manuel de León Marchante

Por José Ramón Fernández de Cano 


Dos episodios peregrinos bastan para dar acomodo al sacerdote, capellán del rey e inquisidor alcarreño Manuel de León Marchante (Pastrana, 1631-Alcalá de Henares, 1680) entre “LOS OTROS CLÁSICOS”, donde tanta devoción se siente por los “raros y curiosos”: Cuando fungía como notario y comisario del Santo Oficio en Toledo, requebró a su prima Margarita, profesa en el Convento de la Santa Fe, y en su apasionado desempeño como “galán de monjas” le dedicó abundantes cartas y poemas. Años después, “piadosamente” asesorado por el confesor que le asistía en su agonía, mandó quemar todos sus versos, aun a sabiendas de que gran parte de ellos habrían de salvarse, pues, o ya habían pasado por la imprenta, o estaban en manos de diferentes amigos suyos que albergaban el firme propósito de publicarlos. Fue autor de numerosos villancicos, jácaras y coplas de ciego que le granjearon el favor del vulgo y, a la par, le escamotearon el aplauso de los poetas serios. No obstante, él también alcanzó logros líricos notables, como bien puede apreciarse en este soneto en el que un galán se disculpa ante su dama por haber salido “desfigurado” en el retrato que le ha hecho un mal pintor.

XLIV.- Manuel de León Marchante (1631-1680)

Por yerros, Lisis bella, de un traslado,
no me calumnies de desconocido,
que el pintor me pintó como ha querido,
pero no como quiero me ha pintado.

Si tan otro el dibujo me ha parado,
al artífice culpa, inadvertido;
el mismo soy, mudanza en mí no ha habido,
aunque me tiene amor desfigurado.

Que soy otro después que soy tu amante,
esta errada pintura lo asegura.
Hombre, y libre, antes fui; mas, ya constante,

tan trocado me tiene tu hermosura,
que aun de mí no soy yo mi semejante,
quedando este borrón de mi figura.


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