Por José Ramón Fernández de Cano
“A UN GALÁN QUE
ESTANDO UNA noche con una Dama, pidió un orinal por la mañana, y ella le dio un
dedal”. Así de jocoso y esclarecedor es el título de este soneto del valenciano
José Pérez de Montoro, oriundo de Játiva y residente, durante la mayor parte de
su vida, en Andalucía Occidental, entre Sevilla y Cádiz. Pasó también largas
temporadas en la Villa
y Corte, donde, amén de quedar tuerto, ganó predicamento de poeta y dramaturgo
inspirado, y alcanzó el honroso título de Secretario del Rey (que exhibió
siempre como el mayor de sus logros, habida cuenta de que su formación
académica no pasó de unos rudimentarios estudios musicales). Su poesía seria
gustó mucho a sus coetáneos: Sor Juana Inés respondió, en verso, a su famoso
romance “Amor sin celos”, y fue muy celebrada su paráfrasis de Góngora en el
soneto “¡Tierra no más el cielo de Medina!”. En las burlas supo ser tan
ingenioso como mordaz y –costumbres de la época– cruel: la dama de este soneto,
para vengarse del galán que no ha podido satisfacerla, ridiculiza el tamaño de
su miembro fláccido y le humilla por su incapacidad para alcanzar la erección
(“encarrujarse: retorcerse, ensortijarse, plegarse con arrugas
menudas”).
XLIII.- Joseph
Pérez de Montoro (1627-1694)
Después que con su
dama, y a pie quedo,
pasó toda la noche
un cortesano,
viendo que el
orinal no estaba a mano,
pidióle, y conoció
que estaba a dedo:
¡Trajéronle un
dedal, gentil enredo!
Vasija de
estangurria donde es llano
que le ha de hacer
a todo fiel cristiano
el miedo de mear,
mear de miedo.
Porque el misterio
está en que la niña
quedó, de mal contenta,
bien quejosa;
y, viendo que la
hebra se encarruja,
“mal sastre”, le
llamó, de su basquiña,
que a quien le dan
dedal, cosa o no cosa,
sin duda que no
puede entrar la aguja.
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