Por Ramón Fernández de Cano
Curioso personaje el bueno de Alonso de Bonilla, tan afamado en su
tiempo por sus poemas conceptistas como por su maestría en el oficio de labrar
la plata. En ambos menesteres rindió tributo a su acendrada religiosidad, pues
si en su condición de orfebre virtuoso engalanó varias catedrales andaluzas (entre
ellas, la de su Baeza natal), en su calidad de poeta se centró exclusivamente
en la temática espiritual, con multitud de poemas dedicados a Cristo, a la Virgen , a Santa Teresa, a
otras figuras del santoral y a los más variados episodios del Antiguo y
el Nuevo Testamento (asombra, de hecho, su agudeza al convertir en
material poético el más nimio pasaje de la Biblia ). Se le recuerda, empero, por un
soneto más moral que religioso, en el que compara las aspiraciones de un
soberbio con la fugaz trayectoria de un cohete (“Es el cohete un hilo
manifiesto”); pero yo creo que este otro soneto sintetiza mucho mejor su
quehacer poético, plasmado aquí en un artificiosa metáfora conceptista que, al
identificar a Dios con el centro de todo lo creado, viene a afirmar que la Virgen es, entonces, el
centro del centro. No creo que al Santo Oficio le hicieran mucha gracia estas
peregrinas disquisiciones teológico-geométricas; pero la fe y el candor que
revelan eximieron, sin duda, a su autor.
XLII.- Alonso de Bonilla y Castro (1570-1642)
Es Dios la original circunferencia
de todas las esféricas figuras,
pues centros, orbes, círculos y alturas
en el centro se incluyen de su esencia.
De este infinito centro de la ciencia
salen inmensas líneas de criaturas,
centellas vivas de las luces puras
de aquella inaccesible omnipotencia.
Virgen, si es Dios el centro y el abismo
de donde salen líneas tan extrañas,
y vuestro vientre a Dios incluye dentro,
Vos sois centro del centro de Dios mismo,
y tanto que, al salir de esas entrañas,
se hizo línea Dios de vuestro centro.
Joder qué bueno, José Ramón.
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