Por Luis Junco
En Formas breves, una recopilación de
textos del argentino Ricardo Piglia, hay varios artículos dedicados a la
vida y obra de Macedonio Fernández. Todos me resultaron interesantes, pero me quedé con unas notas manuscritas que Piglia encontró anotadas en una edición
de Una novela que comienza que había
en la biblioteca de la facultad en donde impartía clases. Una de esas notas dice:
Son hombres pequeños (físicamente frágiles)
(tachado y escrito arriba: esmirriados),
como por ejemplo Raskólnikov, que pesaba
58 kilos, o Kant (1,60) o ese jockey japonés que vi una tarde en unas cuadreras
en Lobos, con un impulso particular nacido mitad de vulcanismo y mitad de la
apatía. En el campo de las relaciones sociales son perfectamente carentes de
interés. Por lo común, son asaz tranquilos, elegantes y tranquilos, por cierto
que no pueden llevar a término todo de una sola vez. Es necesario, dicen, saber
ser lento, se debe saber callar. Válery, por ejemplo se mantuvo en silencio
durante veinte años. Rilke no escribió ni un poema durante catorce años,
después aparecieron las elegías de Duino.
Abajo y
al costado:
Nada. El artista está solo, abandonado al
silencio y al ridículo. Tiene la responsabilidad de sí mismo. Empiezan sus
cosas y las lleva a término. Sigue una voz interna que nadie oye. Trabajan
solos, los líricos; siempre trabaja solo, el lírico, porque en cada decenio
viven siempre pocos grandes líricos (no más de tres o cuatro) dispersos en
distintas naciones, poetizando en idiomas varios, por lo común desconocidos
unos para los otros: esos phares,
faros como los llaman los franceses, esas figuras que iluminan la llanura, los
campos, por largo tiempo pero permanecen ellos en las tinieblas. (Es un decir
de Gottfried Benn.)
Envejecen. Knut Hamsun vivió hasta los
noventa y tres años pero terminó su vida en un hospicio. Interesante también
Ricardo Husch, que vivió hasta los noventa y uno y se suicidó (Lagerlöf ochenta
y dos, Voltaire ochenta y cuatro). Los viejos son peligrosos: completamente
indiferentes al futuro. Atardeceres de la vida, ¡esos atardeceres de la vida!
La mayor parte en la pobreza, con tos, encorvados, toxicómanos, borrachos,
algunos incluso criminales, casi todos no casados, casi todos sin hijos, casi
todos en el hospicio, casi todos ciegos, casi imitadores y farsantes.
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