jueves, 12 de noviembre de 2015

Un primo mío

Por Luis Junco



¿Quién no ha presumido alguna vez de un primo más o menos cercano que por su carácter o cualidades ha sido en algún momento nuestro héroe? Pues yo también tuve un primo de esas características. Se llamaba Adrián y durante un curso escolar, en La Laguna y allá por los años sesenta, compartí con él habitación en la cálida y abarrotada casa familiar. Dormíamos en camas de litera y muchas noches nos sorprendía el alba en animada cháchara. (Bueno, en realidad era Adrián el que hablaba, y yo hacía preguntas y escuchaba sus siempre interesantes disertaciones.) El tiempo nos separó: yo me fui a estudiar y a trabajar a Madrid y él estuvo muchos años como agregado cultural en varios países del Oriente Próximo. Pero en ocasiones volvíamos a vernos, casi siempre en Las Palmas o en La Laguna, a donde él volvía cada vez que podía. Murió allí hace dos años y en nuestra última entrevista en las islas me contó de su antigua amistad con José María Alfaya (que yo conocí en Madrid y con quien compartí algunos proyectos discretos), y el trato y amistad con Juan Goytisolo y Maruja Torres. Sobre esta última, me dijo que en su blog literario había publicado una entrada referida a él mismo que tuve la intención de buscar. Pero nunca lo hice. Ahora, la casualidad ha querido que recupere esa vieja entrada del blog de la escritora, y como me parece que, además de que el tema sigue siendo de mucha actualidad, se muestra en el escrito un estilo poderoso y lleno de sinceridad, lo transcribo como homenaje a él y a su recuerdo. (Y también para presumir de primo, claro.)

Del blog de Maruja Torres 
(año 2011)
Me complace pegaros este manifiesto de conciencia escrito por mi amigo, el arabista y escritor tinerfeño Adrián Rodríguez Junco, a quien conocí hace años en Beirut y con quien mantengo una amistad tan profunda que ha inspirado mi personaje del inspector Fattush en mi última novela,Fácil de matar. Suele mandarme textos suyos de diferentes índoles, que sustituyen las conversaciones cara a cara que por ahora no podemos tener. Pero considero que este texto merece ser publicado y, tras obtener su permiso -es un hombre muy íntimo-, aquí os lo subo.

Los Olvidados"
por Adrián Rodríguez Junco

Este movimiento masivo de protesta que nace con la crisis es algo más que un movimiento político reivindicativo para conseguir unas ciertas mejoras económicas o para recuperar ese tan cacareado estado de bienestar que, lo jure quien lo jure, nunca tuvimos y que solo fue uno de los tantos espejismos virtuales por los que hemos transitado desde nuestra tan esperada y decepcionante transición. Son los mismos que mandaron en y durante la Dictadura quienes mandan hoy; solo que, por un periodo de cuarenta años, jugando con nuestra hambre de carencias, tal y como han hecho después y con nuestra connivencia en África y Oriente Próximo, procuraron hacernos creer otra cosa, cuidando más las formas, haciéndolas más sofisticadas y modernas hasta llevarnos a esa burbuja que sabiamente llamaron estado de bienestar, ante nuestra absoluta indiferencia y consentimiento.

Las Finanzas nos gobiernan sin gobiernos y nuestros políticos son sus testaferros. La mal llamada Unión Europea, su Mercado Común y Parlamento, son más parecidos a un Mercado con su Lonja en la que se subasta de todo, que a un foro político. Conceptos como la Europa Comunitaria y Unida (Mercado Común Europeo), se interpretan como un supermercado en el que hasta el pepino se convierte en arma arrojadiza y desleal, con la que se pueda competir sin tener en cuenta el coste en vidas humanas que esto pueda significar. Tenemos muchas vidas humanas, demasiadas según criterio del mundo de las finanzas y la mayoría, sobre todo ahora con la crisis –tenemos cuatro millones y medio de parados- parecen prescindibles.

El (FMI) Fondo Monetario Internacional, integrado por un grupo de ancianos responsables y a la vez beneficiarios de esta crisis, decide qué país ha hecho las cosas bien y cuál no, a quién hay que rescatar y cuál es la cantidad que debe devolver, incluidos los intereses devengados de la deuda. Para decidir solo cuentan con su propia sabiduría y con nuestra acostumbrada obediencia. Para ellos, nosotros no solo somos anónimos sino también invisibles. Nos suman a los muertos por epidemias, por miserias, por la hambruna, por las guerras…, todos esos muertos de a diario no tienen cara ni identidad. Hablando el lenguaje de Facebook, en donde me he visto incluido por complacer a una sobrina que me reclamaba como amigo, estuve obligado a formalizar unos datos e incluso, en el caso de estar de acuerdo, incluir una imagen. Como no incluí imagen alguna, en mi muro apareció un contorno de busto masculino en fondo blanco igual al que aparece en los muros de quienes, como yo, prefieren mantener su intimidad, que no su anonimato. Todos esos perfiles en blanco sí tienen, tenemos existencia real y nos negamos a ser seres anónimos. Redes sociales como facebook y twitter nos están haciendo resucitar, proporcionándonos una nueva forma de comunicación, un nuevo foro desde casa donde, sin movernos ni recorrer largas distancias, solo utilizando la herramienta virtual, podamos conocernos y reconocernos, comunicarnos e incluso convocarnos y tomar decisiones.

En una entrevista que Jaume Barberá hizo al periodista y escritor Eduardo Galeano en su visita a Barcelona, preguntándole sobre la impresión que le habían producido las manifestaciones pacíficas del movimiento del 15 M, este respondió…”Son los invisibles haciéndose visibles, los silenciosos haciéndose oír” Es una gran verdad. Son estos ciudadanos, designados por la presentadora del programa Informe Semanal del sábado 5 de mayo y en general por todos los medios de comunicación “ciudadanos anónimos” que, tras años de abandono y olvido han decidido dejar de ser anónimos, recuperar voz e identidad, convirtiéndose en coprotagonistas de su futuro.

Nunca milité y sigo sin militar en partido político alguno. Durante la época anterior a la transición colaboré con el P.C en actividades que pudieran precipitar el cambio, pero solo en aquellas que creí necesarias. No creía y sigo sin creer en la disciplina de partido ni en la infalibilidad de la Dirección. No creo en partido alguno y soy anti-sistema. Tampoco creo que, como dicen muchos, para cambiar el Sistema haya que estar dentro de él. Estar dentro de él supone, o estar de acuerdo, o aceptar el juego de dialogar el desacuerdo con el desgaste y desengaño permanente que supone. Creo que hemos jugado demasiado al desacuerdo, muchos de nosotros con honestidad y valentía, pensando que estábamos jugando con gente que nos correspondía con la misma honestidad y valentía. Ahora estoy seguro de que no vale estar dentro del sistema y, visto lo visto, no me puedo creer que haya podido aceptar toda la basura que he tenido que ver y tragar para que esa mierda de sistema no me apartara de él. Recuerdo que en los años ochenta, trabajando para España en el exterior desde hacía algunos años y siempre en precario, comenzó a producirse un profundo, imprevisto e imprevisible cambio de actitud de nuestros políticos y representantes que me hicieron pensar que íbamos a la bancarrota. En un período muy corto de tiempo pasábamos de precarios y milagrosos a ricos despilfarradores. Desconfié y me dije a mi mismo que algo grave iba a ocurrir. Pero nada ocurría y a medida que pasaba el tiempo comencé a pensar que era yo el equivocado y que nuestra pertenencia a Europa nos había dado una prosperidad real. Me embarcaron en la burbuja del “estado de bienestar” y por un largo periodo de tiempo me dejé llevar por la bonanza y perdí el paisaje de nuestra autentica realidad. Hasta el día en que a alguien se le ocurrió pinchar la burbuja y caímos a tierra.

La sorpresa fue grande y la vuelta a la realidad dura. Yo tuve la suerte de estar viviendo durante casi cuarenta años, aunque metido en la virtualidad de la burbuja del “estado de bienestar”, en la realidad de Oriente Próximo y el daño resultó menor. Aún así he regresado a mi mundo y me niego a participar del sistema.

No quiero seguir perteneciendo a este sistema en el que, mientras tenemos casi cinco millones de parados, los bancos, auténticos causantes de la crisis, aumentan sus intereses en un 20%. No puedo ni quiero formar parte de un sistema en el que un ciudadano en paro se queda sin salario y sin poder pagar la hipoteca de su casa que compró según valoración del propio banco al alza, se quede sin casa y aún tenga que pagar al banco, según una nueva valoración actualizada a la baja, la diferencia entre la valoración final y la inicial. No puedo ni quiero formar parte de un sistema que, pretendiendo alegar que se preocupa de los ciudadanos más aún que los propios ciudadanos, promulga una ley de prohibición del tabaco que va acompañada de un aumento del precio del tabaco y sus impuestos mientras contempla indiferente, sin promulgar ley alguna que lo cambie, el hambre que pasan cuatro millones de ciudadanos. Y lo que más increíble y surrealista me parece es que nuestra justicia les dé la razón a ellos. Nosotros no tenemos justicia, solo tenemos leyes. La justicia está siempre al servicio del sistema y solo es aplicable a él.


Desde que destaparon la crisis me he sentido como un escarabajo pelotero que busca un agujero donde meterse con su pelota de excrementos porque hay muy pocas cosas que me gusten. Tengo sesenta y casi siete años de edad y pensé que nunca vería esto que ahora, con profunda emoción, alegría y esperanza veo. Esto que está ocurriendo con los jóvenes y que acompañamos algunos que dejamos de ser jóvenes desde hace décadas me devuelve la esperanza pero mantengo el temor de que esto que se anuncia no se haga real. Por ello me gustaría dirigirme a los jóvenes para decirles que nos permitan acompañarles en este alumbramiento pero que no nos permitan ser nada más que meros acompañantes y testigos. Todos los mayores de cuarenta años, incluidos nosotros los que actuamos de testigos, estamos contaminados de alguna manera por el sistema, incluidos quienes no creemos en él. Debéis rechazar el sistema y su concepto de bienestar y comenzar a crear un mundo humano y sostenible. Que ninguno de nosotros venga a hablaros de su experiencia ni de la de sus predecesores, ni de lo que debería hacerse o no. Puedo jurar que toda esa posible experiencia que nos han cacareado nuestros mayores y que a fuerza de machaconeo, primero con rebeldía y luego con resignación, tuvimos que asimilar no nos ha servido para dejaros nada que valga la pena. Tal vez habéis tenido una infancia y adolescencia más fácil y regalada, unos más que otros, pero no hemos sabido dejaros la continuidad de un mundo mejor. Hemos malgastado nuestros recursos, hemos transformado la naturaleza en función de un aparente bienestar, hemos hecho cultos de la tecnología y del consumo y hemos convertido al hombre en un ser depreciado. Tomad las riendas y comenzad un mundo nuevo donde el ser humano sea el eje y motor de la vida”.

1 comentario:

  1. Yo también presumo de primos, je,je,je, y de los primos de mis primos. La última vez que ví a Adrián fué en la calle, al piè de la casa de Triana. Terno blanco y sombrero panamá, elegante, como salido de una novela de Graham Greene. Hablamos,a instancias mías,de esa novela de Maruja Torres,porque yo sí que había leído en El Pais ese artículo que citas,del que me había hablado la prima de Triana. Más risas. Espero que Adrián, donde quiera que esté, no tenga nada que objetar a este primerío.

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