lunes, 16 de noviembre de 2015

Libros dentro de Historia secreta del mundo, de Emilio Gavilanes

La lectura de los buenos libros siempre depara sorpresas y descubrimientos. Y eso ocurre con la de Historia secreta del mundo, de Emilio Gavilanes.
Cuando dimos cuenta de la concesión del Premio Setenil al mejor libro de relatos del 2015, ya anunciamos que publicaríamos algunos de esos cuentos en este blog. Es lo que hacemos hoy con dos de ellos, que, sin embargo, no están elegidos al azar, sino que forman parte de un conjunto que no está explícito dentro del libro. Pues podríamos decir que la lectura de los 133 relatos que componen el libro sugiere agrupaciones y conexiones entre ellos a veces claras, pero otras misteriosas y profundas. Libros dentro del libro.

Los dos relatos que elegimos hoy forman parte de un conjunto de al menos otros quince -no necesariamente consecutivos, aunque todos los relatos tienen un orden cronológico- que tienen como elemento de unión la guerra (las dos guerras mundiales, la guerra civil española).

MADRID, PRIMEROS DÍAS DE MARZO DE 1937
Anoche tuvo lugar el famoso combate nocturno de la colonia del Zofio (Usera), librado a golpe de bayoneta, en el que todos los combatientes actuaron en silencio para no delatar su posición y en el que la mayoría están seguros de haber acometido en algún momento, sin quererlo, a un compañero. Una metáfora de la Guerra Civil, dirán después algunos.

Ahora está amaneciendo. Desde su puesto, la miliciana Isabel Fernández, a la que un mando sobreprotector no ha permitido abandonar la trinchera toda la noche, ve pasar un mirlo. Le irrita que ese estúpido animal siga viviendo su vida como si no corriese peligro y no hubiese motivo para sentir miedo. Le hace sentirse cobarde. Llena de ira, y de cansancio, se echa el fusil al hombro para dispararle. Entonces se oyen varios estampidos y el pájaro cae aparatosamente. Alguien se le ha adelantado. Muchos han pensado lo mismo. El mirlo queda en el suelo, quieto y como desarmado. Unos instantes después caen algunas plumas que habían quedado flotando en el aire.

Isabel Fernández siente horror por lo que ha estado a punto de hacer y en cierto modo ha hecho. Piensa en los vencejos, a los que desde hace unos días ve ir y venir haciendo sus nidos. Muchos no volverán a África. Se pregunta cuántos animales, cuántas vidas minúsculas, hay en el breve descampado que les separa de los fascistas. Piensa en las bombas que habrán caído sobre hormigueros, sobre escondrijos de grillos, de lombrices... Siente una gran compasión por todos esos animales que morirán en el frente, como pequeños soldados, sin saber que están en una guerra.


RUIDOS EN EL CAMPO DE BATALLA
Después de varios días de calor, en el campo de batalla comienza a oírse series de explosiones. Son los vientres de los cadáveres, que se han ido hinchando con los gases de la putrefacción y que terminan por reventar ruidosamente. En los que han muerto alcanzados por metralla, con el abdomen abierto, despanzurrados, el fenómeno es distinto. El calor les reseca la piel y la contrae y hace que algunos cuerpos que están tumbados se incorporen lentamente, como si estuvieran vivos, y acaban sentados, como si ni siquiera los muertos pudieran descansar, y solo cuando se descomponen las tiras de piel que los sujetan vuelven a caer. A algunos, antes de esto, se les desprende la cabeza, que rueda lejos, como un balón. El zumbido de los insectos que se los disputan producen un murmullo siniestro, como si los cadáveres estuviesen conversando, y muchos soldados realmente oyen voces y entienden lo que hablan. Y gritan aterrados y les ruegan que se callen. Entre las protestas se oye a veces una detonación. Es otro soldado, que ya no soportaba más.

Todo esto ocurre en un lateral del frente de Stalingrado al que los generales no prestan atención.

Historia secreta del mundo (Ediciones de La Discreta, 2015)
www.ladiscreta.com



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