jueves, 7 de mayo de 2015

Una entrevista a José García Caneiro

(José García Caneiro es miembro de nuestra Discreta Academia, asiduo colaborador de este blog –véanse sus estupendas colaboraciones poéticas en las “Acuarelas de Comas Quesada- y escritor. Recientemente, en el blog Gabinete de Prensa de la UNED, ha sido publicada una interesante entrevista bajo el título de "La filosofía de la narración", que se le hizo con motivo de la publicación de una de sus novelas. La reproducimos aquí.)


José García Caneiro, aviador militar y profesor del Instituto General Gutiérrez Mellado de la UNED nos presenta su obra literaria “La obra completa de Wilfredo Murientes”
Coronel del Ejército del Aire, Piloto de caza y ataque; Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (Sección Filosofía) y Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Entre otros destinos, ha desempeñado su labor en el Ministerio de Defensa, como Adjunto al Subdirector General de Enseñanza Militar. Ha sido Secretario General y es, en la actualidad, Profesor del Instituto Universitario «General Gutiérrez Mellado» de Investigación sobre la Paz, la Seguridad y la Defensa, de la UNED.
Profesor Invitado del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional de Venezuela, también ha sido profesor en la Universidad Carlos III, de Madrid. Ha dirigido el Curso sobre "Educación para la Paz", de Formación del Profesorado, realizado en el Centro de Apoyo al Profesorado - Madrid Centro, en colaboración con la Comunidad de Madrid y, además, imparte cursos de doctorado en la UCM.
Es autor de La racionalidad de la guerra. Borrador para una crítica de la razón bélica, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000; y coautor de Guerra y filosofía. Concepciones de la guerra en la historia del pensamiento, Tirant lo Blanch, Valencia, 2002. Al margen de lo académico, merece destacar el Premio Ciudad de Murcia de Novela, 1975, por Parálisis, Ed. Marte, Barcelona, 1976, y el libro de relatos titulado Una familia de cuentistas, Ed. La Discreta, Madrid, 2006.

• ¿Cómo se pasa de escribir sobre la “filosofía de la guerra” a la filosofía de la narración novelada?
R: Supongo que de la misma forma que a la inversa, es decir, de la narración a los textos filosóficos. Lo digo, porque, de hecho, escribí novela y cuentos mucho antes de atreverme a pergeñar algo sobre la “filosofía de la guerra”. Parálisis es de 1975 y La racionalidad de la guerra es del 2000. Escribir narrativa es algo que me ha gustado desde siempre. A lo mejor, porque también desde siempre me ha gustado mucho leer. He sido toda mi vida un lector compulsivo. Lo de escribir ese par de libritos sobre filosofía y guerra fue consecuencia directa, por un lado de dedicar mi tesis doctoral a Clausewitz, la guerra y la deconstrucción y, por otro, resultado de las propias clases que, sobre guerra y filosofía, se organizaron en el Instituto Gutiérrez Mellado.

• ¿Sus obras tienen tanto sentido del humor como parece a primera vista, o contienen cierto regusto amargo?
R: El sentido del humor es algo personal. Quiero decir que el concepto de humor difiere mucho de unas personas a otras. Hay para quienes el sentido del humor no es más que estar siempre listo para el chiste fácil y, para quienes, el sentido del humor no es más que una ironía y un sarcasmo de lo más ácido. Bien, yo creo que, en mi caso, el sentido del humor va aderezado con un tanto de ironía, como dice usted, de regusto amargo y de una cierta percepción de lo absurdo que destilan las mayorías de las situaciones en la vida.

• Ud. entrelaza vivencias, nombres y situaciones reales que traslada con gran maestría a sus obras, cuentos o novelas. ¿Imagina la realidad, o vive la imaginación?
R: Las dos cosas. O, al menos, procuro hacerlo. La realidad, como absoluto, no existe. Nosotros percibimos una cierta realidad (o la percibimos desde una cierta perspectiva) que no se corresponde con la auténtica realidad, que es inalcanzable. Si nos trasladamos al plano de la novela, la realidad no existe ni en la novela histórica, porque en ese caso sería historia y no novela. Cuando se dibuja una novela, creo yo, la realidad que se plantea es, indudablemente, una “realidad” imaginada y, para construir esa realidad imaginada, no queda más remedio que vivir la imaginación o, mejor, hacer vivir la imaginación.

• ¿En cuál de sus facetas hay más ficción: en la de piloto de caza y ataque, en la de escritor, o en la de Doctor en Filosofía?
R: No hay ficción en ninguna de las tres. Fui piloto de caza, soy doctor en Filosofía y aspiro a ser escritor. Aunque sí hay imaginación en las tres y, en algunos casos, mucha. Como piloto se desarrolla una profesión; pero, cuando se está allí arriba, la imaginación y la fantasía se desbordan: el horizonte se amplia hasta límites insospechado e, incluso, se puede jugar al escondite con las nubes. Como escritor (o aspirante) hay que manejar la imaginación tanto como se pueda y como doctor en filosofía, cuando se investiga o se imparten clases, la imaginación se queda casi exclusivamente en el propio campo de la filosofía: no es fácil delimitar o definir lo que se hace en este campo.

• Tanto usted como uno de los personajes de la novela son oriundos de Cedeira, municipio de las rías altas de Galicia, cerca de la sierra de la Capelada, donde corren libres los caballos, cerca del Santuario de San Andrés de Teixido, uno de los lugares más importantes de peregrinación de Galicia...’o que non vai de morto, vai de vivo’…. Todo este entorno, entre mágico y abrupto, ¿condiciona o inspira, a la hora de novelar?
R: Galicia es mágica. Esa parte de Galicia es, aún, más mágica y eso está presente en lo que se escribe. Mucho más si uno es un ferviente admirador de algunos escritores gallegos (Valle, Torrente, Cunqueiro…). No hay que olvidar, hablando de magia, que el realismo mágico no nace en Sudamérica, sino en Galicia. Considérese, si no, El hombre que se parecía a Orestes de Álvaro Cunqueiro, novela en la que, desarrollándose en la Grecia clásica, se usan altavoces o manos ortopédicas y donde la nodriza Oretana llega a parir un castillo.

• Sus novelas que aparentemente se sustentan en la ironía y el humor, ¿se podría
decir que el principal objetivo que persiguen es la denuncia y la concienciación de situaciones?
R: No, no. Uno no pretende convertirse en la conciencia de nadie ni en la voz que clama en el desierto. En las novelas no se hace otra cosa que describir situaciones o narrar peripecias y, efectivamente, al hacerlo con cierta ironía y con un sentido del humor acaso amargo y algo extraño, puede parecer que se busca la denuncia y la concienciación. Pero no. Esas situaciones las asumen algunos lectores por su cuenta. Y otros no. Otros se limitan a reírse o a exclamar ¡menudo rollo!

• ¿Qué hay de cierto en las afirmaciones de su editor Juan Varela Portas, cuando comenta que esta obra está escrita también…
“ por qué no decirlo, con una mala uva de lo más modernista”?
R: Bueno, Juan Varela, que es amigo mío, pese a ser mi editor, tiene dos problemas. Uno pertenecer a La Discreta Academia, responsable de Ediciones de La Discreta, una colección de maravillosos “esquizos” que se dedican a publicar como y lo que les parece, justificándolo con la afirmación de que editan lo que les da la gana, si a ellos les gusta. El otro, que también es gallego, es decir, no se sabe si sube o se está quietecito. Yo entiendo lo que quiere decir con lo de la “mala uva”, pero no entiendo del todo el calificativo “de lo más modernista”. Y eso que me lo ha explicado un par de veces.

• Acerca de los escritores españoles de los sesenta que aparecen reflejados en la novela, realmente ¿es esa su opinión sobre ellos?

R: Esto ya me lo ha preguntado más gente. Amigos que han leído el original y los propios editores. Y la respuesta es la misma. Yo no opino nada. Los conceptos que se vierten en la novela sobre esos escritores aparecen en una tesina de licenciatura de una estudiante norteamericana de la Northestern University de Illinois, que, para más datos, se apellida O´Hollowhead, lo que se puede traducir por O'Cabezahueca. Yo jamás me hubiera atrevido a decir semejantes cosas.

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