martes, 19 de mayo de 2015

Gavilanes returns home


Por Matías Crowder

Conocí al escritor Emilio Gavilanes en Madrid allá por el 2009. Fue en una entrega de premios literarios en el Castillo de Manzanares. Vestía como siempre le vería más tarde, camisa a cuadros, pantalones de jeans, barba de pocos días. Si bien su rasgo más característico era aquel sosiego y tranquilidad de su persona con que años más tarde lo definiría con precisión Andrés Trapiello. Entonces publicaba en La Discreta varios de sus libros.

Recuerdo que me regaló “El Río” y “Una gota de Ambar”. No había escuchado hablar de él, ni había leído ninguno de sus libros. Me llamó la atención su sencillez, su calidez al hablar, su falta de “apuro” y aquella cierta orfandad de ambición mundana tan común a los escritores.

Había algo en él. No se me escapaba. Una inteligencia diferente. Aquello que se halla en el alma de las personas y de lo que solo obtendremos en vida pequeños atisbos parecía latir con fuerza desde el fondo de su ser. No recuerdo que hiciera una sola mención sobre libro alguno, ni sobre escritores, premios, editoriales. En cambio recuerdo escucharle hablar de la comida, de la gente de Madrid, de sus hijas, para luego hacerme una y otra pregunta sobre Argentina.

Leí poco después “La Primera aventura”, y acto seguido le escribí diciéndole que tenía mucho de Henry Miller, de aquella intensidad, de aquel amor por la vida. “El Río” era historia, vida, una compilación de relatos extraordinarios. “Un gota de ámbar” la maquinaria de una bomba literaria. Le publicaría más tarde Trapiello unos haikus poderosos. Sísmicos.

Desde aquel Madrid de 2009 que le seguía. Su literatura cambiaba con los años. Se fortalecía. Mutaba en él, él mutaba con ella. Corría por un bosque de papel, libre, hambrienta siempre, precisa. Una estructura coralina que comenzaba a emerger, como un iceberg, desde las profundidades. Aún seguía preguntándome de qué se trata aquello que habitaba en él, esa fuerza que manaba de su interior,  aunque ya comenzaba a adivinar que tenía que ver con la literatura en estado puro. 

No fue sino hasta la lectura de “Breve enciclopedia de la infancia” cuando lo entendí. Detrás de aquella apariencia simple y de aquel carácter tranquilo se escondía una monstruo literario, una máquina de narrar. Aquel libro tenía los tiempos, la profundidad, la calidad, en resumen, la palabra propia de los monstruos de la literatura. Se lo dije y agradeció el comentario como si se tratase de un simple cumplido. 

     Gavilanes trabaja desde una trinchera. En la oscuridad. Oculto del enemigo, que es la vanidad y que, en todos los escritores, son a la vez ellos mismos. Enfrentándose a ellos en el papel. En la vida. Los libros, dice, deben de hacer su propio recorrido. Y allí están los suyos, pasando del boca a boca de los que le conocen y siguen y, hoy en día, esperan con ansias sus próximas publicaciones y agradecen a la Discreta el volver a publicar a su hijo pródigo, esta vez, “Historia Secreta del Mundo”.

Además de las obras citadas, Emilio Gavilanes también ha publicado la novela El bosque perdido (Seix Barral, 2001) y las colecciones de cuentos La tabla del dos (NH, 2004) y El reino de la nada (Menoscuarto, 2014).
Historia secreta del mundo, recientemente editada por Ediciones de La Discreta, será presentada en Madrid el próximo martes día 26 de mayo, a las 19:30 horas, en la Función Lenguaje (c/Doctor Fourquet, 18-20). Además del autor, participarán en la presentación: el escritor David Torrejón, representando a la editorial, y José María Merino, escritor y académico de la Real Academia Española.



No hay comentarios:

Publicar un comentario