Se pararon los relojes en
el aire
y huyeron los minutos
La postrera palabra
solidificó la lluvia
en un intento vano
de detener al mundo.
Y la historia, por una
sola vez,
se rebeló ante el viento;
no pasaron los años
por la calle, las puertas,
los balcones;
la vida envejeció en todo
el orbe
y, en esta esquina,
se encogió sobre sí misma.
Habrá otra época, tal vez con
otros soles,
en que vuelvan a surgir
sobre las losas
las sombras de un instante
aún no fugado.
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