Esta es la historia de un «bibliófilo fascinante», como lo
define en una nota el compositor Erik Satie, en 1923. El bibliófilo es Jacques
Guérin, heredero de la Compagnie Française des Parfums d´Orsay, fundada por su no
menos fascinante madre, Jeanne-Louise Guérin, musa y mecenas a su vez de
compositores y artistas.
Jacques adquiere su primera pieza de colección a la edad de
dieciocho años. Se trata de una edición original de L´hérésiarque, de G. Apollinaire., a la que no mucho después se
añade retrato que Picasso había hecho del escritor en el frente italiano
durante la Primera Guerra Mundial. Se trata de un regalo que el pintor
malagueño hace a Guérin, posiblemente porque la madre de esta posee una
importante colección de sus cuadros, que exhibe en su casa junto a varios
lienzos de Modigliani.
Fue más o menos por la época de su primera compra, cuando
Jacques Guérin es diagnosticado de una apendicitis de la que le opera Robert
Proust, hermano del ya fallecido Marcel. Cuando Guérin acude a su casa para
satisfacer sus honorarios, Robert le muestra los cuadernos manuscritos de En busca del tiempo perdido, cuya
edición aún no había finalizado, y que el propio Robert Proust entorpecerá con
su injerencia. Desde ese momento, se instala en Guérin la obsesión del devoto.
Su círculo artístico de relaciones (Guérin trabará amistad a lo largo de su
vida con Jean Genet, con Cocteau, Violette Leduc le amará apasionadamente con
un amor que nunca será correspondido, es a ella a quien debemos la fascinante
descripción del sofisticado coleccionista) propicia sus pesquisas, pero el azar
será determinante para que se embarque en la reunión de los objetos dispersos
de Marcel Proust tras la muerte de su hermano y trate de recomponer el espacio
en el que se fraguó la redacción de su magna obra. Solo un objeto parece estar
fuera de su alcance: el abrigo forrado con piel de nutria que Proust extendía
sobre las mantas, en su cama, para aliviar un frío que parecía no abandonarle
nunca.
La búsqueda y el hallazgo de este abrigo, las vicisitudes de
la recuperación de los objetos, la obsesión del fetichista y sus hallazgos, no
solo materiales, sino biográficos, son recompuestos por Lorenza Foschini en un
relato tan elegante, como absorbente.
El abrigo de Proust,
Lorenza Foschini. Trad. Hugo Beccacece. Madrid, Ed. Impedimenta, 2013
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