Por Luis Junco
Hace unos días, en un club de lectura, hablamos de Misericordia, una de las novelas más conmovedoras de Benito Pérez Galdós. Guiados por el ciego Almudena y de la mano de Benina, acompañamos a Galdós en su viaje a los infiernos de la sociedad madrileña de la época, y allí nos sentimos contemporáneos con los más desfavorecidos. Pues a través de sus historias y personajes, Galdós sigue siendo pura actualidad.
Hace unos días, en un club de lectura, hablamos de Misericordia, una de las novelas más conmovedoras de Benito Pérez Galdós. Guiados por el ciego Almudena y de la mano de Benina, acompañamos a Galdós en su viaje a los infiernos de la sociedad madrileña de la época, y allí nos sentimos contemporáneos con los más desfavorecidos. Pues a través de sus historias y personajes, Galdós sigue siendo pura actualidad.
Pero sobre todo
nos fijamos en esa virtud del escritor canario, extensiva a toda su obra –novelas,
teatro, Episodios–: la capacidad de conmover.
De las
acepciones del diccionario de la Real
Academia para “conmover”, yo me quedo con: “Perturbar,
inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia”, porque me parece muy
adecuada a lo que ocurre con la lectura de una obra de Galdós.
Las convicciones
humanas son difíciles de modificar. Y cuando cambian, pueden hacerlo de dos
maneras: (a) De una forma lenta y paulatina; por pequeñas acumulaciones de
nuevos conocimientos, reflexiones, etc., que nos llevan con el tiempo a sustituir
una convicción por otra diferente. Es la más habitual. (b) De una manera súbita,
a causa de una conmoción.
Ésa, entiendo
yo, es la gran diferencia entre leer sobre nuestro devenir histórico en un
libro de historia o en un Episodio de don Benito. La primera lectura puede hacer
mella en alguna de nuestras convicciones sobre el acontecimiento en cuestión. En
ese sentido, podríamos decir que es “reformista”. La lectura de Galdós casi
siempre provoca en nosotros una revolución.
Gracias, Luis, por reivindicar a Galdós. Yo lo pongo como lectura obligatoria todos los años en clase (lo que me da, tonto de mí, un trabajo enorme, porque dejo elegir: este año he tenido estudios de Trafalgar, Marianela, Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta y Misericordia). Pero es que no entiendo un curso de Literatua Española Contemporánea sin Galdós, como tampoco puedo entender que Valle-Inclán (¡otro de mis ídolos!) le endilgase el apodo de "don Benito el Garbancero". ¡Y mira que me hacía gracia, de chaval!
ResponderEliminarValle Inclán admiraba a Galdós y dejó pruebas escritas de ello. Lo de llamarle “don Benito el Garbancero” es una miseria a la que solo se atrevió cuando murió Galdós. Es posible que lo hiciera para apartar a Galdós y dejar libre el camino a la gloria en solitario de su esperpento (menudo ego el de Valle Inclán). De todos modos lo de Garbancero es un insulto con tanta fuerza que es difícil resistirse a repetirlo. Por eso lo han repetido tantos tontos. Las consecuencias llegaron muy lejos. El desdén de Benet por Galdós posiblemente proceda de ese insulto (cómo un simple adjetivo puede cambiar el mundo). La mayoría de los tontos que han repetido a Benet, y a Valle Inclán, no han leído a Galdós. Se limitan a repetir el chiste, que desde hace mucho tiempo dejó de tener gracia. Ya lo hemos hablado con Luis: Galdós es autor del siglo XXI. Por mi parte, "Misericordia" es seguramente la novela más asombrosa que he leído en mi vida.
EliminarEmilio
Sí, seguro que ese desafortunado comentario influyó en el descrédito de Galdós. Pero su obra es tozuda y lo reivindica cada vez con mayor vigor. Entre muchas otras, esta novela Misericordia, que, como dice Emilio es asombrosa en muchos aspectos. Uno, no menor, la actualidad. En las sucesivas lecturas, me reafirmo en que se trata de un viaje a los infiernos realizado por Galdós en un momento difícil de su vida. A diferencia de Dante -por cierto, una puerta de entrada al infierno, por cierto, que es una iglesia, la de San Sebastián- su Virgilio es un moro ciego que se expresa en una jerga extraña, y su Beatriz es una mendiga anciana, Benina.
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