Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena
(II)
Grupo
Paréntesis
Para
interiorizar, sentir y hacer sentir el texto no bastaba con elegirlo. Había que
justificar la elección, incardinarla en la motivación de cada cual, hacerla
propia y asumir el riesgo, incluso, de adecuarla a un determinado estado
anímico, de modo que el poema pudiera convertirse también, en cierta medida, en
un instrumento al servicio de la expresión del sentimiento del recitador.
“La canción
del pirata” se convirtió en un ejemplo de interpretación original, totalmente
alejada del tópico. No hay que derrochar argumentos para recordar que este
poema es un canto a la libertad, de acuerdo con la predilección que sienten los
románticos por los personajes rebeldes, marginales y desarraigados. Sin
embargo, la recreación propuesta en el recital quiso llamar la atención sobre
un personaje que en el fondo muy bien podría anhelar un sosiego imposible, un
héroe en constante lucha con su entorno, abismado en el bucle que el poema
mismo puede definir; un héroe que va reduciendo su grandeza a un estado de
resignación ante el cansancio que deviene de repetirse a sí mismo que su
libertad real dista mucho de lo que sugiere su apariencia y que al final acaba
buscando un descanso próximo en su deseo a un cierto grado de aislamiento que le trae el consuelo
en el refugio de la soledad.
La selección
de “La cautiva” se entiende por la predilección de los personajes femeninos por
parte de su recreadora, motivada en este caso por la singularidad del
tratamiento de la mujer en un momento histórico en el que su relevancia y autonomía
no habían adquirido el desarrollo actual. Esto no implica que se pretendiera el
contraste entre la perspectiva de dos épocas presumiendo la ventaja de la
actualidad; antes al contrario, la cautiva puede muy bien representar los
límites de la mujer del siglo XXI, obligada a responder a las múltiples
exigencias derivadas de los diversos planos de su condición y a renunciar a los
intereses personales en beneficio de los otros en una permanente actitud de
entrega no correspondida. El cautiverio puede hacerse simbólicamente extensible
a cualquier individuo de nuestro tiempo, obligado a participar de expresiones,
actitudes y formas de vivir alienantes. Por otra parte, el gusto romántico por
el exotismo tiene su correlato en cuanto de exótico puede encerrar la poesía en
nuestros días, marcados por un entorno fuertemente tecnológico que anticipa
cambios en las formas y los conceptos de la belleza.
La selección de “A una dama burlada” estuvo
condicionada por la intención de incluir en el recital un aspecto más terrenal
y mundano, en concordancia con la rica personalidad de Espronceda, cuya
reputada trayectoria y experiencia galante sirven para dibujar, en la persona
de una mujer, el ambiente de fingimientos, engaños y deseos que acaban
volviéndose en contra de quien lo frecuenta. Por lo que respecta al fragmento
adaptado de El estudiante de Salamanca,
la adscripción de su recreador al mundo del teatro motivó que la selección del
texto, de atractivos y complejos ingredientes teatrales, fuese también un reto
interpretativo engranado en lo que el responsable de la selección de este texto
entiende teóricamente como “sentido de precipicio escénico”, representado en
esta ocasión por la intención, arriesgada, de conducir al público a un clímax
inquietante y alejado de toda calma.
La búsqueda de
la emoción romántica en un estado tan íntimo como el arrepentimiento motivó la
selección del fragmento del poema apócrifo del mismo título, con cuyo espíritu
quiso identificarse el encargado de su recreación proponiéndose una forma de
inmersión empática que diera sentido a la interpretación dolorida y morosa del
texto. Una sintonía parecida motivó la selección del desgarrador poema “A
Jarifa en una orgía”, que refleja con especial profundidad el hastío, la
insatisfacción, el desengaño y el dolor que pueden encerrar la experiencia de
la belleza superficial y la búsqueda del placer, que no curan el alma rota de
quien busca algo más trascendente, y por la misma razón acaso inalcanzable.
La impronta
del Espronceda liberal y revolucionario motiva la selección del poema
“¡Guerra!”, concebido, en la propuesta de su recreador, como la manifestación
de una voz enardecida, temblorosa, a veces letánica, que adquiere su mayor
valor imaginada en el escenario mismo de la batalla. Esta motivación por el
héroe se compensa y contrapone con la lograda expresión del cinismo, la
crueldad y el tremendismo escatológico que impregnan el apócrifo “La
desesperación”, elegido por el responsable de su recreación por la fuerza y la
dureza de sus imágenes y la pertinencia de los logrados ingredientes que
estimulan una interpretación irónica, pero igualmente alusiva a la agitación y
confusión que alumbran el texto.
El recital se
cierra estratégicamente con la “Canción de la muerte”, cuya interpretación
sugiere a la encargada de su recreación el reto de conciliar, precisamente a
tiempo de concluir el recital, la idea del fin natural de las sensaciones y los
sentimientos con la sugerencia estimulante del comienzo de una experiencia
inefable cuyo descubrimiento se confía de forma incitante y aun seductora a un
destino al que nadie podrá sustraerse.
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