En algunas
ocasiones, entre las páginas del suplemento Babelia
se encuentran algunas cosas interesantes. Una de ellas la hallamos en un
número del pasado mes de septiembre, la firma el escritor argentino Patrico
Pron y lleva por título Carrera
literaria.
En el artículo,
Patricio Pron salía al paso de un comentario de una reconocida escritora
española al referirse a la necesidad de avanzar en su carrera literaria. Para
Patricio Pron, esta afirmación ponía de manifiesto, de una parte, una manera de
entender la actividad literaria como algo reglado, con unas pautas determinadas
y unas metas precisas; lo que, en su opinión, es algo erróneo. Para él, el
ejercicio literario depende mucho de unas circunstancias personales imposibles
de resumir en unas reglas a imitar, y si hay algo que no tiene, es una meta
determinada, porque en su desarrollo se producen tanto los avances como las
vueltas atrás. Y por otra parte, añadía Patricio Pron, una concepción de la
producción literaria como una carrera esconde una “visión mercantilista de la
literatura”, que lleva aparejado –complemento yo– ese prestigio basado en
número de ejemplares vendidos, campañas mediáticas (incluidos suplementos
literarios) interesadas y no pocos premios literarios de renombre amañados.
Al tiempo que
comparto las ideas esenciales del autor del artículo, no puedo anatematizar los
intentos de muchos escritores por “hacer una carrera literaria” y hasta tratar
de vivir del esfuerzo que el ejercicio literario disciplinado y constante
comporta. Lo que sí me parece censurable es cerrar los ojos al mundo en el que,
con toda su buena fe, se meten; al contexto socioeconómico que lo gobierna y en
el que también está inmerso eso que llamamos cultura: un lugar en donde la
calidad y la cantidad no tienen por qué ser incompatibles, pero en donde manda
la rentabilidad; un lugar en donde entretenimiento y reflexión pueden
armonizar, pero en donde las más de las veces se premia lo políticamente
correcto, se trata de silenciar lo crítico y sofocar las rebeliones contra
modos y modas en los que ciertos establishments
consolidan su permanencia.
No debe ser
fácil realizar esa singladura por aguas tan turbulentas y salir indemne.
La pregunta
sería –y podría ser comparable a la que actualmente nos hacemos sobre la crisis
económica que padecemos–: ¿es que no hay otra alternativa?
No es por que se trate de un compatriota, pero creo que Patricio Pron ha dado en el blanco. Muy buen artículo,
ResponderEliminarM.
Genial , es cierto, pasa también con el mundo de la música y el cine, las grandes cantidades casi siempre han estado reñidas con las calidades.
ResponderEliminarPues voy a poner un poco de sal en la discusión diciendo que no estoy de acuerdo con el desacuerdo de Patricio.
ResponderEliminarMe parece evidente que hay una carrera de escritor y muchos la han seguido, algunos con éxito, la mayoría con un sordo fracaso. Los agentes literarios saben muy bien cómo se van quemando las distintas etapas de esa carrera y, me imagino, el recorrido es diferente para un autor con pretensiones de literatura “seria” que para un autor de consumo.
Es importante diferenciar estos dos mundos, aunque hay benditas ocasiones en las que se solapan: obras de consumo que tiene excelentes valores literarios (en este blog se han citado muchos ejemplos) y obras inicialmente poco comerciales que se convierten en un éxito de ventas. Pero esos casos, desgraciadamente, son sólo la excepción.
Por hablar del primero, una carrera debe empezar por una primera obra con buena crítica, seguir por uno varios premios, una labor de articulista o crítico y así poco a poco dar pasos hasta el premio gordo, que es conseguir una proyección internacional. Ejemplo más claro: Javier Marías. Si bien en esta carrera no estamos hablando de volúmenes de ventas como primer objetivo, un mínimo es imprescindible.
Por tanto, el concepto de carrera existe. Pero es bien cierto que, a diferencia de otras en las que vale con la voluntad de inscribirse para competir, en ésta en particular el simple deseo de participar no garantiza que la inscripción sea admitida. Tienen que concurrir otras muchas circunstancias nada sencillas para poder entrar en la competición.
Dicho esto, me resulta muy difícil criticar a alguien por querer hacer una carrera literaria. Si nadie critica a un médico por querer ascender, a un arquitecto por pasar a un estudio mejor, a un investigador por trabajar en una universidad de más prestigio, a un administrativo por querer ser jefe de negociado, o a un pintor por querer exponer en una galería mejor ¿por qué esa manía de querer asimilar al escritor, al buen escritor, diría yo, con un misántropo, un bohemio o un “maldito”? ¿Por qué un buen escritor, además de un artista, no puede ser un profesional como cualquier otro? ¿Por qué no puede confesar que quiere serlo sin que se le critique?
Esto lo firma un autor encantado de publicar en una editorial tan especial como La Discreta, pero que reconoce que no le hubiera importado ser profesional de la escritura. Será por eso.
Vaya por delante que soy admirador de la escritura de David Torrejón y que considero sus novelas no solo entretenidas, sino serias. Y podría fundamentarlo en cada una de las que he leído. Sin embargo, para la mayoría, ese comentario mío sería parcial y condicionado al hecho de que soy amigo de David.
EliminarY esto entronca con la primera condición de las dos en que el propio David regla lo que para él sería una carrera literaria: (a) una primera obra con buena crítica. La pregunta sería qué condiciones debería cumplir esa crítica y, sobre todo, quién o quiénes deben certificarla. Claro, lo más objetiva posible, podría responderse, y que además fuera publicada por medios influyentes. ¿Cuántos críticos podríamos señalar de esas características que se avengan a leer tu libro? ¿Y cuántos de ellos que publican en medios relevantes no tienen relación con la firma editorial del libro comentado?
(b)Lo segundo, un premio o varios premios literarios. Claro, tampoco puede ser cualquier premio, sino uno de cierto reconocimiento, cuanto más alto, mejor. Si empezamos por los más altos, y solo por señalar lo más llamativo al respecto de ellos ¿no es extraño que después de recibir miles de originales anónimos, casi siempre resultan ganador y finalista nombres ya relevantes y que incluso entran en “las quinielas” que se hacen con anterioridad al fallo? ¿Con qué esperanza, pues, un escritor novel –o no tan novel- puede optar a este tipo de premios para comenzar (o avanzar en) su carrera literaria? Pues que empiece con otros de menor importancia, se dirá. Bien, si continuamos por aquellos también reconocidos pero de menos importancia que los primeros, ¿no resulta igualmente extraño que en muchos presida el jurado la misma persona de “prestigio reconocido”, y que algunos pocos autores acumulen muchos premios? Un buen trabajo de su agente literario, escuché en una ocasión para mi asombro. Por no hablar de los premios institucionales. Con respecto a estos, remito a la explicación del propio Javier Marías que nombra David a la hora de rechazar el último premio Nacional de Narrativa y que fue publicada en en la edición digital del El País.
Y no, vuelvo a decir que yo no critico a nadie que quiera hacer este tipo de “carrera literaria” en océano tan proceloso. Lo que me sigo preguntando es si es posible hacerlo y salir indemne.
Interesante comentario, pausado, serio. A fin de cuentas todos tenemos esa tentación... Lo importante, sin embargo, es hacer una obra honesta.
ResponderEliminarAntonio Arroyo Silva.
ResponderEliminarHabía leído el artículo, Luis, pero me gusta más con tus matizaciones. Y si a ello le añadimos los acontecimientos del premio de poesía burgués, digo burgalés....
Ay, Burgos, Burgos, Burgos....
Pues yo, más bien, en esto como en todo, estoy por "hacer la carrera".
ResponderEliminarBueno, me alegro de haber provocado el debate, que era lo que pretendía. Muchas gracias por tus palabras hacia mi obra, Luis, pero si añado yo las mías de intensa admiración hacia la tuya, esto iba a parecer un peloteo bastante indigno.
ResponderEliminarEn un párrafo digo "Tienen que concurrir otras muchas circunstancias nada sencillas para poder entrar en la competición".
Y tú has descrito perfectamente la mayor parte de esas circunstancias. Algunas azarosas, otras provocadas hábilmente por un buen agente. Por lo que vemos que se va publicando, todo eso resulta ser más importante que la calidad de la obra en sí. Y no es una cuestión de que falten buenas obras. En nuestra propia Discreta, sin ir más lejos, hay novelas que dan cien vueltas a muchas de las editadas por las grandes casas, incluidas las destacadas con esos premios tan sospechosos, en los que yo me niego a participar desde hace muchos años. Así que, en lo que dices tienes mucha razón, pero no refuta mi enunciado principal: un escritor tiene tanto derecho como cualquiera a hacer o querer hacer una "carrera". Si lo hace honesta o deshonestamente, si tiene suerte o buenos contactos, si su obra es merecedora o no de esa carrera, son cuestiones distintas. Y al hablar de criticar, me refería al artículo de Patricio Pron, no a tus aquilatados comentarios. Todos conocemos bien tu bonhomía y ecuanimidad.
Estimado Luis:
ResponderEliminar¡dímelo a mí!, probablemente -y sabes que no es petulancia, pues me conoces bien- el escritor canario más eludido por todos los llamados medios de comunicación y sicarios docentes... Por precisamente negarme a "hacer carrera literaria" en un sistema totalmente podrido -como es todo sistema colonial... De ahí mi tremenda afectuosa gratitud a la Literatura rebelde, la única en que encontré lo que luego procuré -y continúo procurando- practicar: iluminar el entendimiento, conmover solidariamente la sensibilidad y dejar testimonio honesto de mis vivencias -sirviendo a la verdad, entendiendo ésta como la conformidad del conocimiento con la realidad.
Guste o disguste, dé lo mismo o importe mucho, el Sistema sólo premia, sólo impone mediáticamente -sobre todo "didácticamente"- a sus esbirros intelectuales. Ha sido así y continúa siendo así en todas las épocas y todos los lugares... Mas, por fortuna, los libritos se emancipan, toman vida propia -pese a sus autores y a los intentos de ser liquidados por el sistema si son rebeldes- y llegan a uno... ¡Qué hubiese sido de mi vida sin esos libros rebeldes!
Y me viene a la memoria algo que me dijo alguien hace sus bastantes años -creo que Emilio González Déniz-, eso de "tu premio, Víctor, va a ser que no se atreverán a premiarte". Pienso hoy -tras leer tu correo, Luis- que ha sido, probablemente, el mejor de los piropos a mi obra literaria -¡y ha tenido ésta bastantes piropos, demasiados para haber estado tan ninguneado!