miércoles, 25 de abril de 2012

Hay letras que matan


Yo ya sabía del poder de la palabra, y sobre todo de la palabra escrita. Pero supe del poder del conocido dicho Hay palabras que matan cuando lo sufrí en mis propias carnes.

Fuimos a escuchar el Réquiem de Brahms en el Auditorio Nacional. Y en el programa de mano que nos entregan al entrar, leí con cierta congoja que el estreno de la obra, que tuvo lugar en Viena, resultó fallido a causa de la trastornada actuación de un timbalero de la orquesta. Como no se daban más datos, la noticia estuvo a punto de arruinarme la audición, pues durante el melodioso Selig sind con el que comienza el Réquiem, conformando una delicada y mágica atmósfera, no pude dejar de pensar en un timbalero enloquecido que se pone a percutir sin ton ni son, reduciéndolo todo a añicos. Al llegar a casa busqué más información y encontré que, en efecto, en esa audición del 1 de diciembre de 1867, que la Gesellschaft der Musikfreunde ofrecía en memoria de Franz Schubert, un timbalero de la orquesta, apoyado por otros hooligans seguidores de Wagner, interpretó de forma equivocada las notas de la partitura con fuertes sonidos del timbal que ahogaban las voces de los cantantes y arruinaban la audición.

 En fin, que hay noticias que es mejor no conocer (y letras que no leer), pues a partir de ahora no sé si podré escuchar el Réquiem de Brahms sin esa amenaza, esa congoja ante un desastre inminente. Y no podré dejar de vigilar estrechamente al timbalero. 

4 comentarios:

  1. Más palabras que matan antes de una audición. Berstein se dirigió al público antes de la entrada de Glenn Gould el 6 de abril de 1962. El "plato fuerte" del concierto era el concierto n. 1 de Brahms. Berstein vino a decir que no estaba en absoluto de acuerdo con la interpretación de Gould, que ni siquiera respetaba las dinámicas indicadas por el propio compositor, pero que como era un gran artista y merecía la pena ser escuchado, él estaba ahí para dirigir la orquesta. Eludía así que el público le recriminara participar en lo que él consideraba un "atentado" contra la partitura. Y concluía sus palabras preliminares con una frase que pasó a la historia: "Who´s the boss?" Estoy segura de que nadie de los que escuchó el concierto lo hizo sobreponiéndose a la seguridad y a la cautela.

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  2. Hace muchos años leí la autobiografía de Charles Chaplin, y cuenta una anécdota relacionada con la música y con el profesor Einstein(sí, si, el de la teoría de la relatividad) con el que mantuvo cierto grado de amistad. Al hilo de esta entrada me ha venido de nuevo a la memoria lo contado por Chaplin. Teniendo en cuenta el genio de Einstein, la ingenuidad que destila la anécdota resulta enternecedora. Transcribo lo que escribió Chaplin: " Cuando los Esinstein vinieron de nuevo a California, en 1937, fueron a visitarme. El profesor me abrazó cariñosamente y me advirtió que traía tres músicos.
    -Vamos a tocar para usted después de la cena.
    Aquella noche Einstein fué uno de los componentes de un cuarteto que interpretó a Mozart. Aunque su pulsación no era muy firme y su técnica un poco torpe, tocó con arrobamiento, cerrando los ojos y balanceándose. Los tres músicos, que no demostraban demasiado entusiasmo con la participación del profesor, le sugirieron discretamente que descansara y que ellos tocarían solos alguna cosa. Einstein aceptó y se sentó entre nosotros para escuchar. Pero después de que los músicos hubieran ejecutado varias piezas, se volvió y me susurró:
    -¿Cuando voy a volver a tocar?
    Y una vez que los músicos se marcharon, la señora Einstein, ligeramente indignada, aseguró a su marido:
    -¡Tú tocas mejor que todos ellos!".

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  3. No conocía la anécdota del desastroso timbalero. Pobre Brahms. Me recuerda una actuación de un grupo de folk en el que yo tocaba hace mucho, una de cuyas dirigentes, con discutible sentido de la eficacia, se empeñó personalmente en que un "extra" con el mismo sentido del tempo que una gamba tocase las maracas en una versión de "La otra España" de Mocedades (éramos tan jóvenes entonces). Aquello fue una ruina escandalosa. Lo que decía la Orquesta Filarmónica de Viena, me parece, cuando le preguntaban que estaban ensayando ("El maestro no sabemos; nosotros estamos tocando Mozart), pero al revés.

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    1. Fe de erratas: "qué" en "qué estaban tocando" lleva tilde.

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