martes, 4 de septiembre de 2012

Escritores por Ciudad Juárez, crónica

 El pasado 1 de septiembre un pequeño grupo de escritores y lectores tuvimos el placer de reunirnos en Alpedrete, sede de Ediciones de La Discreta, para participar en la lectura global “Escritores por Ciudad Juárez”, contra la violencia, especialmente hacia las mujeres, en el norte de México y en cualquier otro lugar del globo, lectura que se desarrolló finalmente en 153 localidades de 25 países. La nuestra se llevó a cabo al aire libre, en el Parque de las Columnas, en un día luminoso y fresco, lo que hizo que el acto despertara la curiosidad de numerosos viandantes.


Abrió la lectura quien firma estas líneas, explicando el alcance y la significación del acto y leyendo el manifiesto con el que se había acordado comenzar la lecturas, para a continuación leer algunos fragmentos del poema-libro de Don Pedro Mir Amén de mariposas, inspirado en el asesinato, por orden del sangriento dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, de las hermanas Mirabal, conocidas por su activismo político como “las mariposas”. En él, Don Pedro afirma que

hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo
y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones
que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas
[...]
cuando hay una hora en los relojes antiguos y los modernos
que anuncia que los más grandes imperios del planeta
no pueden resistir la muerte muerte
                                                       de ciertas ciertas
                                                                                debilidades amén
                                                                                                           de mariposas.

Continuó la lectura el poeta y novelista García Caneiro, quien leyó su poema “Han asesinado a un hombre”, que, aclaró, podía ser una mujer o un niño o niña o anciano o anciana, y en el que se cuestiona el valor de cierto tipo de actitud vital e intelectual y literaria ante la violencia:

La cara odiosa de la muerte
ha enseñado su nívea palidez
por todas las esquinas
y el llanto de la tierra
ha quebrado los tallos de las flores.

Un hombre bueno o un hombre, simplemente,
ha sentido en las ingles
la ciega mordedura,
vesánica y rabiosa,
del perro de la ira más airado.

La locura de un sueño ensangrentado
anega las neuronas
de un pueblo que no encuentra su horizonte;
y no hay viento que sea suficiente
para apagar el rojo y frío incendio
de unas manos tronchadas por la muerte.

Y, visto esto, ¿hay alguien que se atreva
a dolerse de amores desairados,
a discutir sobre el “elán” de Bergson,
a llorar por sus propias frustraciones
o... a tomarse, sin más, alegremente,
la vida a beneficio de inventario?

Después leyó una selección de sus “Canciones del miedo”, que recrean una experiencia personal en la que el poeta se vio sometido a extrema violencia institucional.
Siguió el acto con la lectura de la novelista Paloma González de un relato escrito para la ocasión que imagina qué pudo suceder entre el reverendo Dogson, más conocido como Lewis Carrol, y el padre de Alicia, la niña que inspiró sus dos más conocidas obras, en esos tres días cuyas páginas fueron arrancadas del diario del reverendo. En un magistral ejercicio de reconstrucción ficticia, Paloma González abordó la violencia sorda hacia las menores que tantas veces la sociedad oculta con su hipocresía:

“Alicia, que podía oír con claridad el fin del encuentro, se asustó enormemente.
Todos estaban locos.
¿Y ahora? ¿Cuál es cuál?” No comprendía cómo era posible que uno y otro, su padre y el reverendo, se fingieran inocentes. Veía al primero con la vara que azotaba su cuerpo, el semblante del otro reconociendo con avidez las marcas más ocultas impresas por la vara en la piel, desabrochándole el vestido bajo los árboles y en su estudio. “Es por tu bien”, decían uno y otro. Y ambos habían llegado a un acuerdo que la excluía y silenciaba su dolor. De modo que ese era el castigo: agrandar su culpa y minimizar su presencia. Hubiera preferido que le cortaran la cabeza.
Ambos pretendían ser como los dos lados de la seta: uno la hacía crecer, el otro menguar. Sí, pero, ¿qué lado? ¿Cuál de los dos es cada lado?
(el relato puede leerse íntegro aquí)


El matemático Luis Junco expuso unos datos de la UNESCO que ponían de manifiesto el poco apoyo que el gobierno de México dedica a la educación pública, y cómo eso, según decía en un artículo de opinión el escritor mexicano Juan Villoro, no es del todo inocente. Pues, por una parte, la crisis de la educación crea negocios paralelos, como lo prueba el hecho de que México sea el líder mundial de comida chatarra y niños expuestos a anuncios televisivos, y por otra, los alumnos reprobados (por el sistema) son dados de alta como televidentes, consumidores de drogas y sicarios, reserva del crimen organizado. Este comentario, hecho por Villoro en el 2010, pareció quedar certificado unos meses más tarde, con el anuncio del asesinato de la activista Susana Chávez por tres jóvenes ninis vinculados a la banda de los Aztecas.
El poeta Santiago López Navia leyó poemas propios de sus obras El cielo de Delhi, que recrea el impacto que supuso para el autor su encuentro con la pobreza extrema en las calles de la ciudad indú, y Ética y retórica a Jacobo Sadness, donde reflexiona sobre la desigualdad social:

Mientras que alguno compra en algún sitio
(Jacobo, créeme, estas cosas pasan)
caviar para sus perros o sus gatos,
un niño agotará su aliento último
prendido en la ubre seca de su madre,
y mientras, abismada en el espejo,
una muchacha sufre por su talla,
otra, en alguna parte, da su cuerpo
por un trozo de pan o una moneda,
y mientras alguien oye inconmovible
las lágrimas que brotan de la rabia,
otro deja su piel hecha jirones
tratando de dejar atrás la valla
donde levanta el hambre su frontera.

Y quiso acabar su intervención con un poema de esperanza, extraído del libro inédito Arte nuevo:

Saldremos a buscar días mejores
igual que cazadores de gacelas
que se resignarán a su fracaso
al ver correr su presa ante sus ojos.

Vendrán días mejores. Mientras tanto
cumple morder el tiempo a dentelladas
y hacer mella en su carne escurridiza
que deja en nuestra piel sus cicatrices.

El novelista David Torrejón nos leyó un breve pero muy intenso y logrado relato en el que reflexiona acerca de cómo las pequeñas microviolencias cotidianas, esas a las que no prestamos atención, son semillero para otras violencias mayores. Al fin y al cabo, unos niños que persiguen a una gata herida están ejerciendo un acto cualitativamente tan cruel como otras violencias más aparentemente trágicas:

“Los chicos se reúnen y salen a la carrera. Ya saben cuál es la táctica: rodear a su objetivo. Y la ejecutan a la perfección. Ella los ve venir y no encuentra la forma de escapar. Desesperada, empieza a gritar. Es un grito desgarrador que parece enardecer aún más a sus perseguidores. Intenta huir pasando por el espacio entre dos de ellos que le parece más amplio, pero su herida le impide correr lo suficiente. Un palo le golpea la espalda y, aún con todo, consigue alejarse renqueante. Pero los asesinos no se rinden.”

Cerró el acto quien esto suscribe agradeciendo la convocatoria a los poetas luchadores de Ciudad Juárez y a Uberto Stabile, y todos los asistentes dejaron el parque reconfortados y convencidos de la necesidad de eventos como este, en el que se ocupe el espacio público con la palabra y la convivencia para tratar de paliar la tendencia a la violencia que el depredador sistema económico en que vivimos va intensificando más y más.

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