miércoles, 20 de junio de 2012

Las pequeñas virtudes, de Natalia Ginzburg


Las pequeñas virtudes, (Ed. Alianza Editorial, 1996) es un conjunto de narraciones autobiográficas de la escritora italiana Natalia Ginzburg, escritas entre las décadas de los  40 y de los 60 del pasado siglo.

Natalia Levi, que pasó la mayor parte de su vida en Turín, donde tuvo amistad con Cesare Pavese, se casó con Leone Ginzburg, cofundador de Einaudi y perseguido y torturado hasta la muerte por sus actividades antifascitas, y en segundas nupcias con el profesor universitario Gabriele Baldini, con quien, siendo éste nombrado director del Instituto de Cultura italiano, se trasladó a Londres. 

Resultado de sus vivencias de estos años son Las pequeñas virtudes. En los relatos de este libro pueden rastrearse los momentos más difíciles y al mismo tiempo más felices de la vida de la autora (Invierno en Abruzzos), cuando su marido fue deportado por sus actividades políticas y vivieron en un pueblecito de los Abbruzos; la amistad con Cesare Pavese (Retrato de un amigo), de quien, sin nombrarlo expresamente, nos cuenta cosas de su contradictoria existencia  y de su suicidio en el hostal que regentaba su hermana; sus inteligentes e irónicas reflexiones sobre Inglaterra y los ingleses (Alabanza y menosprecio de Inglaterra y La Maison Volpé) producto de su estancia en aquella ciudad y país; la humorada contraposición de caracteres, gustos y costumbres entre su segundo marido y ella misma (Él y yo); la profunda huella dejada en su generación por la segunda guerra mundial (El hijo del hombre); la larga cadena de relaciones con el prójimo que empieza en la infancia, sigue con la adolescencia y acaba en la madurez y el reconocimiento en nosotros de los mismos adultos que habíamos visto en nuestros padres (Relaciones humanas); su deseo de una atmósfera para la enseñanza de los hijos basada en la primacía de las grandes sobre las pequeñas virtudes que suelen primar en la educación (Las pequeñas virtudes); hasta la aguda y honesta reflexión sobre su  vocación  de escritora (Mi oficio).

Un  libro cálido, humano y serio. Porque la prosa de Natalia Ginzburg destila dolor y humor al mismo tiempo –(“…así debía ser siempre la gente en los libros, cómica y miserable a la vez”)-, nostalgia, ternura, pero sobre todo honestidad y verdad, aspectos estos que distingue al genuino escritor y que certifica que éste nunca queda indemne después de haber escrito.

Ella era muy consciente de esto, cuando en el relato Mi oificio nos dice:
Y he descubierto que uno se cansa cuando escribe  en serio. Es mala señal si uno no se cansa. Uno no puede esperar escribir algo en serio así, a la ligera, como con una mano solo, alegremente, sin molestarse apenas. No se puede salir del paso como si tal cosa. Uno, cuando escribe algo serio, se mete dentro de ello, se hunde en ello hasta los ojos; y si tiene sentimientos muy fuertes que inquietan su corazón, si es muy feliz o muy infeliz por alguna razón, digamos terrestre, que no tenga nada que ver con lo que está escribiendo, entonces, si lo que escribe vale y es digno de vivir, cualquier otro sentimiento se adormece en él. No puede esperar conservar intacta y fresca su cara felicidad, o su cara infelicidad; todo se aleja y se desvanece, y se queda sólo con su página, ninguna felicidad y ninguna infelicidad puede subsistir en él que no esté estrictamente ligada con esta página suya: no posee otra cosa y no pertenece a nada más, y si no le sucede así, entonces es señal de que su página no vale nada.

Sí, precisamente por eso, Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg es un libro de gran valor.

1 comentario:

  1. Yo leí hace años dos novelas de la Ginzburg: Las voces de la noche (la tradujo Trapiello hace años para Pre Textos) y Léxico familiar, y las dos me parecieron maravillosas. Me recordaba un poco a Chejov.

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