Por Emilio Gavilanes
¿Por qué no es más conocida esta novela,
esta extraordinaria novela, que transcurre durante el primer año de la guerra
civil española? (porque lo cierto es que es una novela apenas mencionada, ni
siquiera entre los especialistas de la literatura de la guerra civil). Los
motivos tienen que ver en parte con su historia editorial, que es un tanto accidentada.
La novela queda finalista del premio Café Gijón en 1954, el año en que lo gana
Carmen Martín Gaite con El balneario,
una escritora de largo recorrido que formará parte de una generación que
marcará el gusto literario durante mucho tiempo, un gusto en el que no acaba de
encajar este Penal de Ocaña. La novela se iba a publicar en Ínsula en 1955, pero
la censura la prohibió. Finalmente se publicó en 1964, con algunos cortes
ridículos. Seguramente entonces no fue bien recibida por nadie (como tampoco lo
habría sido en 1955). El bando vencedor de la guerra no le perdonaría que la
protagonista preste su servicio en un hospital republicano y que muestre toda
su simpatía y solidaridad con los heridos que llegan del frente (es verdad que
no hay ninguna declaración explícita de simpatía por el bando republicano, pero
tampoco la hay de rechazo). Y los antifranquistas no le perdonarían fragmentos
como este: "Estamos de acuerdo completamente en una cosa: nosotros tenemos
que estar forzosamente con los nacionales, porque nuestra civilización es
cristiana, porque tenemos un pasado que es -querámoslo o no- una cultura
cristiana, y de la cual no podemos prescindir" (p. 87), seguramente un
fragmento sincero, aunque quizá haya en él algo de peaje para publicar una
novela "del bando rojo".
El libro se reeditó en 1985, en la
colección Austral, en un momento en que el país estaba ocupado en olvidar todo
lo que recordase un pasado de enfrentamientos, y parte de ello serían las
novelas de la guerra civil. Por otra lado, no es una novela de peripecias, no
hay grandes acciones, no hay una intriga que nos mantenga atrapados en su
lectura (solo al final hay un inicio de trama novelesca, pero se corta sin
contemplaciones).
Lo que hay es una voz de mujer que habla, que cuenta, que se expresa,
que reflexiona, que se lamenta, que llora… Y es la delicadeza de esta voz la
que nos tiene subyugados de la primera a la última línea.
La novela se presenta como el diario de
una joven de veinte años que se alista voluntaria como enfermera en un hospital
habilitado en el casino de Madrid, en la calle de Alcalá, y, cuando los
bombardeos aconsejan trasladarlo, en el penal de Ocaña, que ha sido desalojado.
No es una novela de guerra. Y sin embargo
pocas veces se ha contado tan bien lo que es la guerra, que se cuela por todas
las rendijas de este texto.
El prólogo de Zamora Vicente es muy
clarificador, como no podía ser menos (Zamora es, aparte de gran escritor, uno
de nuestros mejores lectores). El libro, nos dice, es un intento de comprensión
de la realidad trágica de la guerra civil, que muestra que la guerra es una
sacudida brutal que pone en evidencia la condición humana, con sus miserias y
su grandeza. Y resalta este pasaje, en el que está todo el libro: "Los míos
son todos, los vencidos, estos pobres campesinos y pastores que dan su vida sin
saber ellos mismos para qué la dan" (p. 111). Efectivamente de esto
"trata" este libro, no de las razones de cada uno de los bandos. De
hecho, la autora desdeña en un pasaje las ideas puestas en juego en la guerra.
De los muchos aspectos que se podrían
resaltar (alguien debería hacer un estudio pormenorizado de todas las caras que
presenta esta novela), a mí me gustan especialmente las alusiones literarias
que hay diseminadas por el texto (la joven protagonista es estudiante de Letras).
Qué bonito su recuerdo del conde Olinos un amanecer, o de Peribáñez mientras
pasea por el pueblo, o de Jorge Manrique, o de Camoens, y qué sentidamente
lamenta los saqueos que está propiciando la guerra (qué tristeza al encontrar
en los restos de una hoguera fragmentos de un pergamino).
La nieta de la autora, Ana Zamora, ha elaborado
y dirigido con mucha sensibilidad una magnífica adaptación teatral, de la que
uno sale con la impresión de haber asistido a algo más que un espectáculo
teatral, de haber tenido una muy alta experiencia en el reino del espíritu.
Gracias por este rescate, Emilio. Tú, como Zamora Vicente eres otro magnífico escritor/lector. Habrá que buscarlo por ferias y librerías de viejo. Lo he visto en la web por treinta euros.
ResponderEliminarLa adaptación de la novela Penal de Ocaña de Maria Josefa Canella, representada en el Itinerario Artístico Literario ALONSO Zamora Vicente fue un éxito en la noche del día 11 de noviembre, saliendo las dos actrices a saludar tres veces ante un público impresionado y entregado. Hoy María Victoria Navas Sánche-Élez y Juan Miguel Ribera Llopis han presentado una esclarecedora ponencia en la mesa redonda con debate AZV-3 de las cinco sesisones técnicas que tiene el Itinerario, relacionada con la censura en las obras de María Josefa Canellada Llavona y Alonso Zamora Vicente.
ResponderEliminar