Duélese Tediato de que su suerte con el
proceder ajeno sea siempre la misma y vaticina la causa segura de su fin
Oye mi
planto, Fabio, caro amigo,
aunque
lo que has de oír no es cosa nueva
(pues
ha ya mucho tiempo, bien te consta,
que
para mí, cuitado, no hay remedio).
No curo
de las viles asechanzas
que en
derredor me crecen como setas.
En todo
el mundo fío, y así pasa:
que se
me queda cara de panoli
(si es
que me queda cara tras el trance,
pues
con harta frecuencia me la rompen).
¡Cómo
recuerdo, Fabio, en estas horas
las
útiles lecciones que me dieron
aquellos
dos ilustres mis amigos!
El uno,
general de artillería;
el
otro, compañero en los afanes
por
desasnar a los adolescentes
(en
tiempos, porque todo ha de decirse,
en que
los asnos, Fabio, no eran tantos).
Jamás
podré olvidar lo que el primero
me
confesó en conversación amena:
–Tediato,
escúchame, yo no me fío
ni de
mi amado padre (en paz descanse).
Y
cuántas veces vuelve a mi memoria
aquello
que el segundo me espetara
tras
escuchar la charla seductora
de
alguien que no era lo que aparentaba,
o bien
no aparentaba lo que era.
Recuerdo
que era calvo (y nada tengo,
oh
Fabio, bien lo sabes, contra aquellos
que
lucen dignamente su alopecia).
El caso
es que, acabado su discurso,
yo
concluí, cual siempre, confiado
(por no
mudar en esto mi costumbre):
–Paréceme,
Cratilo, que es un hombre
profundamente…
–Calvo
–interrumpiome–,
profundamente
calvo, no te engañes,
Tediato,
o ha de pasarte lo de siempre.
¡Cuán
sabias sus palabras, vive el cielo,
y cuán
duros en cambio mis oídos!
Con
todo lo que te he contado, Fabio,
y todo
lo que aún ha de ocurrirme,
yo sé
muy bien, pardiez, por qué motivo
he de
rendir el alma cuando venga
la fría
Parca a verme en hora aciaga.
No he
de morir de fiebres ni de reúma,
ni por
el fiero cancro consumido,
ni el
mal francés me llevará a la huesa,
ni de
la peste la terrible lacra,
ni el
sarampión, la tisis o el infarto
quebrantarán
mi carne marcesible.
En mi
epitafio, Fabio, estará escrita
la
causa inevitable de mi muerte:
"Aquí yace Tediato. Caminante:
reza por él. Murió por gilipollas"
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