lunes, 1 de junio de 2015

Sobre "Historia secreta del mundo"

(El pasado día 26 de mayo, en la Función Lenguaje, de Madrid, se presentó Historia secreta del mundo, con la participación del académico y escritor José María Merino, del también escritor David Torrejón y del autor, Emilio Gavilanes. Este último dijo algunas palabras a propósito de su obra, que, por su interés, reproducimos aquí íntegramente.)

Lo primero que tuve de este libro fue el título. El título casi me dio todo el libro, un libro en el que poder meter el mundo entero. ¿Y a qué alude el título? ¿En qué sentido el libro es una historia secreta del mundo? No, desde luego, en un sentido esotérico. No hay órdenes secretas, no hay templarios, no hay sociedades que se transmiten conocimientos que no deben darse a conocer a los profanos. Es una historia secreta porque muchos episodios son desconocidos, momentos no estelares de la humanidad (para decirlo a la manera de Stefan Zweig), y los que se refieren a episodios o personajes conocidos, están presentados con la vista fuera de la escena principal. Mirando no al centro, sino a los alrededores, a los aledaños de la Historia, en busca de episodios y detalles laterales, secundarios, marginales, pero que quizá sean tan significativos como los más estelares. También hay personajes humildes y anónimos, y personajes históricos conocidos, a los que vemos en momentos que no son los culminantes de sus vidas, o los más conocidos, pero que quizá arrojan tanta luz sobre ellos como los más conocidos.

Además de la unidad que da la sucesión cronológica, quizá haya algo más que unifica todas estas historias. Creo que tienen una atmósfera común y además la voz que cuenta las historias tiene siempre un tono muy parecido. Todos están dichos en voz baja. En un tono menor. No hay declamacion. Incluso los referidos a grandes figuras históricas. En ese sentido están cerca del haiku, que es uno de mis temas favoritos.

¿Este libro tiene antecedentes? ¿Con qué otros libros está emperentado? Podría reclamar para él unos antepasados nobles, valores indiscutibles de la mejor literatura. Podría decir que este libro desciende de las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob, de la Historia universal de la infamia, de Borges, de algunas de las Historias de almanaque, de Bertolt Brecht, de La sinagoga de los iconoclastas, de Juan Rodolfo Wilcock, incluso de las Falsificaciones, de Marco Denevi, libros que admiro y con los que me he divertido mucho. Y no es que reniegue de ellos. Es que me parece muy pretencioso adjudicarme tan ilustres antepasados. Además es que mis textos están emparentados con una literatura más modesta, me parece a mí. Muchos son fragmentos de novelas de aventuras, de novelas de intriga, de novelas de ciencia ficción, hasta de tebeos… De géneros menores que están un poco al margen de la gran literatura. Los textos de esta Historia secreta creo que son familia de la narrativa popular, de esa literatura en la que las imágenes, los episodios, nos impresionan, o nos afectan, de una manera distinta, quizá más elemental, más primitiva, que como impresiona la gran literatura. Y sobre todo este libro está emparentado, es descendiente directo, de El río, el primer libro que me publicó La Discreta. Los dos son recorridos por la historia en busca de episodios desconocidos o de aspectos desconocidos de episodios conocidos en los que se concentre una época y nos conmuevan o nos lleven a reflexión. ¿Qué diferencias hay entre ellos? Quizá El río seas más narrativo, contenga más episodios narrativos, y esta Historia secreta sea más de atmósfera. Tal vez. No estoy seguro.

A veces me han preguntado por algunas características de este libro. Por ejemplo, ¿por qué tengo tanta tendencia a la brevedad? Naturalmente, hay algo de temperamento. Tengo una tendencia natural a la brevedad. Ya en el colegio hacía redacciones breves. Pero creo que no es solo eso. Chejov dice en una de sus últimas cartas: “Nada de lo que escribo últimamente me parece suficientemente breve”. Algo así siento yo. Esa tendencia mía creo que está en relación con la búsqueda de la unidad mínima narrativa. La búsqueda de la narración más breve que siga siendo narración y que contenga elementos significativos. Trato de conseguir los mayores efectos con las menores causas, con el menor número de palabras. El escritor de textos breves trabaja como el físico nuclear, que trata de transformar la materia en energía, una cosa en otra diferente. El escritor intenta que unas pocas palabras (no olvidemos lo que decía Stevenson: un personaje literario solo es una secuencia de palabras), el escritor intenta, repito, que unas pocas palabras se transformen en emociones humanas.

Otra pregunta: ¿Por qué escribo historias tan atroces? Pues no lo sé. Quizá como exorcismo, para que no me alcancen. Aunque quizá sea otra la razón. Chesterton dijo una vez: “Sigo prefiriendo las novelas en las que una persona mata a otra. La muerte es uno de los lazos espirituales más fuertes de la Humanidad. (…) Un relato en el que no ocurre alguna muerte es un relato sin vida.” Ahora bien, he podido observar que, aunque algunas de mis historias a menudo son duras, hasta brutales, creo que siempre hay un fondo de compasión, de piedad, en lo que se nos cuentan, o en la forma en que se nos cuenta. A lo largo de toda la variedad de argumentos, todos los relatos comparten –creo- una visión compadecida, o conmovida, del mundo.

Otra cosa, esta me la he preguntado yo a menudo: En muchas de estas historias se habla de que tal personaje ignora tal cosa. “Fulano no sabe que...” “Zutano ignora que...”, se lee con frecuencia. Durante mucho tiempo me he preguntado por qué. Por qué se dice que los personajes ignoran algo. Creo que hay dos razones: una, porque para ser plenamente, uno tiene que ignorarse a sí mismo –algo así dice García Calvo-. Y la otra es que es posible que con ese procedimiento trato de conseguir un efecto dramático mediante un mecanismo muy parecido al del suspense, que nos muestra, por ejemplo, cómo alguien coloca una bomba debajo de una mesa sin que se enteren los que están sentados a ella. Es decir, el lector o el espectador sabe cosas que el personaje ignora. Eso crea una tensión que hace que el lector o el espectador no pierda interés. Supongo que eso en mis cuentos crea ese pequeño efecto dramático que digo, aunque no sea muy visible.

Más preguntas. Hasta qué punto hace falta conocer bien a todos los personajes del libro para entender los episodios. ¿Hay que tener muchos conocimientos de historia? Yo creo que no. He intentado que sean textos autosuficientes. Me parece que la cultura o la información que hay que tener para entender plenamente estos textos no debe ser muy grande. Si no sabes que Darwin es el autor de la teoría de la evolución, puede que no entiendas el relato de la nieta de Darwin (aunque creo que aun en ese caso, no importa no saber quién fue Darwin). Hay un texto, por ejemplo, en el que aparece Ignacio de Loyola, que aún es un mero soldado. Yo no sé casi nada de Ignacio de Loyola. Me basta con saber que después fue un santo para entender lo que se quiere expresar ahí. En algunos casos, lo que hay que saber sobre el personaje se dice brevemente en el texto. Por ejemplo, no hace falta saber hasta qué punto lord Byron fue una figura conocida e influyente en toda Europa, porque se dice en el propio texto. Repito que no hace falta una gran cultura para entender estos textos. Muchas veces he dudado decidiendo dónde ambientar un episodio, en qué momento. Por ejemplo, en qué guerra. Y siempre he escogido la solución menos rebuscada.

Por qué se mezclan elementos realistas y fantásticos. Me parece que el universo es tan complejo que cuando se intenta dar cuenta de él mediante procedimientos realistas lo que se obtiene es una simplificación. El realismo está tan alejado de la realidad que se puede considerar una forma de literatura fantástica. A pesar de su apariencia (pues son bastante figurativos, por decirlo en términos pictóricos), estos textos no son realistas. Reflejan más un paisaje mental que un paisaje natural. Están más cerca del expresionismo, o del simbolismo, que del realismo.

Me parece que es importante señalar aquí que he observado que en muchos de estos cuentos, como en algunos de otros libros, se producen revelaciones. No hablo en un sentido religioso. No grandes revelaciones. Sino pequeñas, modestas revelaciones. Un personaje de pronto tiene la súbita conciencia de que la vida, el mundo, es otra cosa. La visión súbita de algo misterioso e inexplicable. Un momento en el que algo o alguien encuentra sentido. Revelaciones escondidas, un poco en la línea del propio libro, a la vista de casi nadie, que casi no lo parecen. Esas revelaciones están relacionadas con el objetivo de la literatura, que en parte es, en mi opinión, producir emociones, dramatismo, y en parte acercarse el hecho estético, aquello que Borges definía como la inminencia de una revelación que no llega a producirse (y a lo que nosotros añadiríamos: ni falta que hace, pues con eso es suficiente).

También me dicen que hay mucha reflexión en mis relatos. Aquí debo decir algo. La reflexión  por sí misma no me interesa. Soy muy poco filosófico. Intento que esa reflexion esté integrada en la narración, que no sea un pegote caido en un tejido ajeno. Es más: intento que la propia narración sea una reflexión. Muchas narraciones que conocemos son una reflexión. El patito feo, por ejemplo, es una reflexión.

No sé si todos, pero una gran mayoría de los textos están redactados en presente. También me han preguntado por esto. No responde a un plan general. Supongo que es la manera de hacer que la voz que cuenta sea contemporánea de lo que está contando. De hacer que el lector esté presente en las escenas, se sienta más cerca.

El libro al principio, o al final, cuando lo acabé, estaba más equilibrado, en el sentido de que cada época de la historia estaba representada por un número de páginas parecido. Pero cuando lo corregí en busca de la versión final, muchos textos se cayeron y dejaron un poco desequilibrado el libro. Tampoco me preocupó demasiado. Puede que hasta le favorezca. Por ejempo, hay bastantes hsitorias que se desarrollan en las guerras del siglo XX, son casi apartados autónomos. Tal vez eso se debe a que es la época que mejor conozco. Pero también puede ser porque es una época muy representativa de toda la historia humana.

¿Y por qué salen tantas guerras? La guerra, ya lo he dicho en otras ocasiones, proporciona al escritor el marco en el que ambientar historias que fuera de ella quizá no serían verosímiles ni tendrían sentido ni dramatismo. Las guerras son un territorio lejano, sin reglas, en el que hechos desmedidos pueden medir nuestras emociones. Un lugar en el que el bien y el mal extremos son posibles (desde el acto heroico al más miserable) y sobre todo literariamente verosímiles. Y en el que aún queda mucho margen para que personajes sencillos se muevan entre medias de esos dos polos. Para un escritor es, me parece a mí, el lugar ideal para desarrollar ciertos argumentos.

¿Por qué mezclo personajes reales con personajes ficticios? Creo que introduzco elementos reales para llevar a cabo mis falsificaciones con más naturalidad, para hacer más creíbles los elementos imaginarios. Pero sobre todo porque en el fondo todo lo que se cuenta en el libro es ficción. Mentira, en cierto modo. Y sin embargo, creo que está lleno de verdad. O de realidad. En literatura a la verdad se llega por la mentira. En el fondo escribir no es más que un juego, pero es un juego en el que se dicen cosas que nos importan mucho, un juego bastante serio. Escribir es una forma de reflexionar. Una de las más poderosas.

En cuanto al estilo, o mejor al lenguaje empleado, busco la naturalidad. Intento que todo parezca fácil. Aunque no lo parezca, escojo mucho las palabras. Siempre, se sepa o no lo que se va a decir, me parece a mí que se escribe a pesar de las palabras. Las palabras estorban. Aunque, paradójicamente, sea en ellas en las que descansa toda la fuerza de una historia. Quizá estorban durante el proceso. Y una vez concluido son ellas las que lo sostienen todo. Es muy misterioso.

Y me temo que ya no tengo más que explicar. No sé si la lectura del libro desmentirá todo lo que acabo de decir.


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