martes, 10 de junio de 2014

El abrigo de Proust, Lorenza Foschini

Por Paloma González Rubio



Esta es la historia de un «bibliófilo fascinante», como lo define en una nota el compositor Erik Satie, en 1923. El bibliófilo es Jacques Guérin, heredero de la Compagnie Française des Parfums d´Orsay, fundada por su no menos fascinante madre, Jeanne-Louise Guérin, musa y mecenas a su vez de compositores y artistas.

Jacques adquiere su primera pieza de colección a la edad de dieciocho años. Se trata de una edición original de L´hérésiarque, de G. Apollinaire., a la que no mucho después se añade retrato que Picasso había hecho del escritor en el frente italiano durante la Primera Guerra Mundial. Se trata de un regalo que el pintor malagueño hace a Guérin, posiblemente porque la madre de esta posee una importante colección de sus cuadros, que exhibe en su casa junto a varios lienzos de Modigliani.

Fue más o menos por la época de su primera compra, cuando Jacques Guérin es diagnosticado de una apendicitis de la que le opera Robert Proust, hermano del ya fallecido Marcel. Cuando Guérin acude a su casa para satisfacer sus honorarios, Robert le muestra los cuadernos manuscritos de En busca del tiempo perdido, cuya edición aún no había finalizado, y que el propio Robert Proust entorpecerá con su injerencia. Desde ese momento, se instala en Guérin la obsesión del devoto. Su círculo artístico de relaciones (Guérin trabará amistad a lo largo de su vida con Jean Genet, con Cocteau, Violette Leduc le amará apasionadamente con un amor que nunca será correspondido, es a ella a quien debemos la fascinante descripción del sofisticado coleccionista) propicia sus pesquisas, pero el azar será determinante para que se embarque en la reunión de los objetos dispersos de Marcel Proust tras la muerte de su hermano y trate de recomponer el espacio en el que se fraguó la redacción de su magna obra. Solo un objeto parece estar fuera de su alcance: el abrigo forrado con piel de nutria que Proust extendía sobre las mantas, en su cama, para aliviar un frío que parecía no abandonarle nunca.

La búsqueda y el hallazgo de este abrigo, las vicisitudes de la recuperación de los objetos, la obsesión del fetichista y sus hallazgos, no solo materiales, sino biográficos, son recompuestos por Lorenza Foschini en un relato tan elegante, como absorbente.


El abrigo de Proust, Lorenza Foschini. Trad. Hugo Beccacece. Madrid, Ed. Impedimenta, 2013

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