martes, 16 de abril de 2013

¿No resulta absurdo un banquero en primavera?



La frase está inspirada en una reflexión del joven Simon Tanner, héroe de la novela Los hermanos Tanner, de Robert Walser. La anoté ya hace tiempo, porque me pareció muy adecuada como título de un relato o un poema. Y lo cierto es que desde que comenzó esta crisis económica y cada vez que leía o escuchaba algo que ponía de relieve el papel que en ella han tenido (y sigue teniendo) los banqueros, me venía a la cabeza la frase de Simon Tanner.

Hace poco volví a la novela de Walser, y al buscar la secuencia correspondiente, me he dado cuenta de que cuando la anoté, modifiqué uno de los términos, pues el joven Simon Tanner no hablaba solo del banquero, sino del banco en su conjunto. Había conseguido un nuevo empleo, en este caso, en un banco, y mientras se dedica a su labor en la oficina bancaria y afuera estalla la primavera no puede sino parar unos momentos en su labor de escribiente y reflexionar:


¿Para qué entrará toda esta gente, amanuenses y contables, e incluso muchachas de tierna edad, por la misma puerta y en el mismo edificio para garabatear papeles, probar plumas, calcular y gesticular, para matarse trabajando y sonarse la nariz, sacar punta a los lápices y pasearse con papeles en las manos? ¿Lo harán acaso a gusto? ¿Lo harán por necesidad? ¿Lo harán con la conciencia de estar realizando algo sensato y lucrativo?... Ahora es primavera allá afuera y me gustaría saltar por la ventana… El edificio de un banco es sin duda algo absurdo en primavera. ¿Qué aspecto tendría una institución bancaria en medio de una pradera verde y lujuriante? Quizás mi pluma me parecería una joven flor, recién brotada de la tierra. Ah, no, no quiero burlarme. Tal vez todo esto deba ser así, acaso todo tenga una finalidad. Sólo que no llego a ver el entramado porque veo demasiado la apariencia exterior.

También muchos, durante estos tiempos, hemos querido entender y huyendo de demagogias ver algo más allá y tratar de comprender por qué en medio de tanta penuria y necesidades es imprescindible dar tanto dinero público –retrayéndolo de otras claras necesidades como la sanidad, la educación o los servicios sociales– para ayudar a los bancos. “Nos guste o no”, me dice alguien bienintencionado,  “en nuestro actual sistema los bancos son como el sistema circulatorio: son los que llevan la sangre a los distintos órganos, la fuente de riego del cuerpo económico, los que nos ayudarán a que brote nueva savia y crecimiento”. Pero basta con asomarse un poco a las páginas del periódico y a las ventanas de la vida de cada día para desmentir todo esto y certificar esa mentirosa primavera del banquero. A diferencia de lo que le ocurría al joven Tanner, el entramado ha quedado suficientemente claro y al descubierto.

Desde la oficina bancaria, sigo el pensamiento de Simon Tanner:

Si fuera zapatero, al menos haría zapatos para niños, hombres y mujeres que saldrían a pasear a la calle, con mis zapatos, cualquier día de primavera. Y yo sentiría la primavera al ver zapatos hechos por mí en esos pies extraños. Aquí no puedo sentir la primavera, me molesta.

2 comentarios:

  1. Gracias, Luis, por traer a este blog al gran Robert Walser, al que tanto quería Kafka. Impecable entrada. Emilio

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  2. Sí, la obra y vida de este hombre me parecen fascinantes. Y de esta novela en concreto -que creo fue una de las primeras que escribió, si no la primera- me impactó, además del discurso del joven Simon Tanner, la descripción de la muerte de su hermano más joven, el poeta, que Simon encuentra tendido sobre la nieve, como si, extasiado por el paisaje, descansara, mirando al cielo. Y es que prefigura de manera sorprendente la muerte del propio Walser, así mismo encontrado sobre la nieve un 25 de diciembre, cuando ya llevaba muchos años voluntariamente recluido en el siquiátrico.

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