viernes, 4 de mayo de 2012

Memorias del célebre enano Joseph Boruwlaski


En estas memorias conocemos los sentimientos de un enano que estuvo en todas las cortes europeas a finales del siglo XVIII. Podemos inferir de ellas lo que han sentido toda esa gente “de placer” (así se les llamaba) que los reyes han tenido en sus palacios. Y lo que sienten es, en primer lugar, agradecimiento hacia su benefactor, si lo tienen. Y cuando no lo tienen y deben recurrir a exhibirse para sobrevivir, sienten un poco herido su amor propio, pero no mucho. Es decir, esta gente, que solía proceder de familias modestas, se sentían unos privilegiados por poder vivir en palacios, aunque su misión fuese divertir a sus dueños. Solo veían humillación si eso tenían que hacerlo, no para aristócratas, sino para la plebe.

      ¿Cuál era el encanto de los enanos para la aristocracia? Quizá que parezcan adultos en el cuerpo de niños, lo que siempre tiene algo de mágico. Parece que en este caso concreto a los hombres les llamaba la atención lo educado y lo bien que hablaba esta miniatura. Las mujeres lo debían de ver como un muñeco. Es el hombre que más horas pasó sobre las rodillas de las mujeres más hermosas y fascinantes de la Europa de la época, que no dejaban de acariciarlo. Cuenta una anécdota que lo expresa. Al final de uno de los conciertos que acabó dando para ganarse la vida, oye a una niña que le dice a su padre: “Cómpramelo, papá. Yo lo vestiré y le daré de comer”.

Este Boruwlaski cuenta que cuando llegó a Luneville coincidió con otro enano, también muy famoso, que llegó a sentir tantos celos de él que en una ocasión lo agarró por la cintura e intentó arrojarlo al fuego que ardía en la chimenea del salón en el que se habían quedado solos. Boruwlaski salvó la vida porque se agarró in extremis a una barra de hierro en la que se colgaba el atizador y eso dio tiempo a que llegaran los que habían oído el tumulto. Qué escena.

El hombre se pasa buena parte del libro contando los palacios que visitó y lo que le quería el príncipe de Tal y el conde de Cual, y justificando las cosas que tuvo que acabar haciendo –exhibirse a cambio de dinero y aceptar visitas pagadas en casa- para sobrevivir.

El capítulo más largo del libro se corresponde con la parte que él consideraba más importante de su vida: su amada. Explica que estando bajo la protección de la condesa Humieska se enamoró de una joven llamada Isaline. Y nos muestra las cartas que se cruzaron durante aquella época, que él guarda como un tesoro. En las primeras él le declara a ella su pasión. Pero ella le pide que se olvide de ella como enamorada, que le aprecia como amigo. Lees pensando: un epistolario en el que vamos a ver cómo ella va cambiando poco a poco sus sentimientos y acaba amando a ese pobre marginado. Cuando la condesa Humieska se entera de la pasión del enano, le exige que abandone la idea, por desproporcionada e irrazonable. Pero él insiste. Le dice a Isaline que deben vencer la oposición de la condesa y de los padres de Isaline. Isaline le repite que no quiere tener con él más que una relación de amistad. La condesa, en vista de la insistencia del enano, le retira su protección, o sea, lo echa de su casa. Y también echa a Isaline, que tiene que volver a casa de sus padres. Boruwlaski le dice: ya solo tenemos que vencer la oposición de tus padres. Escuchemos lo que dice la pobre chica en una de las últimas cartas (¡que el enano muestra con orgullo!): 
“Usted es la razón de que la señora condesa Humieska me haya retirado sus favores y de que me haya visto forzada, muy a mi pesar, a retornar a la casa paterna. Eso no es todo: mi madre me colma de reproches y mis hermanas me ridiculizan. Toda la ciudad habla de este asunto, no puedo ir a ninguna parte sin exponerme a bromas de mal gusto. ¿Qué le he hecho yo para que me ocasione trastornos tan violentos? Renuncie por favor a sus pretensiones.” 
Entonces Boruwlaski se dirige a un príncipe, uno de los infinitos príncipes que pululaban por las cortes europeas, y este le da todo su apoyo. Cuando la madre de Isaline se entera de que Boruwlaski cuenta con el apoyo del príncipe, ve el asunto como un negocio ventajoso y da su consentimiento para que su hija –que sigue sin querer casarse con ese hombre, hasta la última carta- se case. Total, ¡que se casan! El maldito enano se ha salido con la suya. Ella no ha contado para nada. Todo lo han decidido el pretendiente y los que tenían autoridad sobre la joven. Y a él le da igual. Debían de ser los vientos que soplaban en la época.



Joseph Boruwlaski Memorias del célebre enano Joseph Boruwlaski (Lengua de Trapo, 2010) 

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