miércoles, 9 de mayo de 2012

Destinada al crematorio, de Mercedes Núñez Targa


Qué dolorosos son los libros de testimonios sobre el infierno de los campos de concentración nazis. Por muchos que se lean, no se acostumbra uno al horror. El dolor, aunque se repita, siempre es nuevo.

Para situarnos: Mercedes Núñez Targa nació en Barcelona en  1911. Al acabar la Guerra Civil el PC le encarga que organice a los comunistas de La Coruña. La detienen y la trasladan a la cárcel de Ventas. Por un error administrativo la sueltan en 1942. Se escapa a Francia, donde colabora con la Resistencia. Este libro cuenta esos últimos días de resistente, la captura por los nazis, el paso por distintos campos de concentración en Francia, su traslado a Alemania, al campo de mujeres de Ravensbrück, donde permanece hasta la llegada de las tropas soviéticas que lo liberan, y su vuelta a Francia.

Muchas de las cosas que cuenta pertenecen a la historia del horror universal: En Ravensbrück a una francesita, cuando descubrieron que estaba embarazada, la eliminaron con una inyección letal (a las embarazadas las mataban sin contemplaciones, por el crimen que suponía traer una boca más que alimentar). A otra, que había ocultado estar embarazada y haber dado a luz, cuando le descubrieron al recién nacido, se lo quitaron y lo abandonaron en un vagón de un tren detenido que había a la entrada del campo de concentración; cuando las mujeres entraban y salían para ir y volver de la fábrica en la que trabajaban, oían su llanto cada vez más debilitado, hasta que dejó de oírse. Los niñitos judíos, a los que los nazis conseguían domar a fuerza de golpes, aguantaban en formación durante horas junto a sus madres, inmóviles, como adultos ... Son muchos los hechos espeluznantes.

En la narración hay detalles estrictamente femeninos, que solo podría haber contado una mujer: cuenta cómo algunas consiguieron tener dos uniformes de presas, con su respectiva ropa interior, lo que les permitía cambiarse cada cierto tiempo e ir siempre más o menos aseadas. Yo esto nunca lo había leído, y he leído muchos testimonios. También cuenta que algunas mujeres daban recetas de cocina. A veces se las veía rodeadas de un grupo de mujeres hambrientas, esqueléticas, que apuntaban la receta en trocitos de papel. Y cuenta que el día de santa Catalina había la costumbre en Francia de que las modistas solteras mayores de 25 años se pusiesen sombreros llamativos, y ese día hicieron en el campo un desfile de modelos, con los sombreros más ocurrentes, hechos con materiales insospechados.

También hay detalles muy españoles. Por ejemplo, se fija mucho en lo feos que son sus carceleros. “Yo no sé de dónde las han sacado, las hembras SS del kommando. Madre mías, ¡son feísimas! Parece que las han escogido.” (La mujer nazi, una imagen poco difundida: brutal, vociferante, que golpea sin piedad.) Del comandante del campo dice: “Anda sin gracia y tiene hocico de rata, una rata que tuviera los ojos azules. Se ve que la raza nórdica, «la joya de la tierra», también tiene fallos a veces engendrando adefesios”. A mí eso me parece muy español: tratar de feos a los que son malos. La fealdad como primer paso hacia la maldad.

Dentro del horror que supone la experiencia del campo hay momentos en los que los presos sienten que recuperan su dignidad. Como cuando todas las presas rechazan los bonos con los que pretenden pagarles su mano de obra esclava las autoridades, que se enfurecen con el rechazo. O cuando, en la fábrica en la que trabajan, sabotean e inutilizan multitud de obuses destinados al frente.

Hay un detalle muy curioso, que podrían estudiar los lingüistas. Para comunicarse empleaban palabras alemanas, polacas, rusas... A la expresión francesa comme ci comme ça, que significa ‘más o menos’, se le atribuía el significado de ‘robar’, y con ese sentido lo utilizaban todas las mujeres, incluidas las francesas.(Quizá, dice Mercedes, el gesto que se hace con la mano para indicar ‘más o menos’ se confunde con el gesto de robar, de llevarse algo.)

Algunos de los casos más dramáticos en este tipo de libros son los de los presos que sobreviven a los nazis, los que viven el final de la guerra, la liberación de los campos en los que han estado años encerrados y torturados, y mueren pocos días después, cuando ya estaban a salvo, digamos. Cuenta un caso conmovedor.

“Un día llegan a la sala dos hermanitas, chicas aún. La más joven, que se llama Margrit, tiene trece años, la otra apenas quince. Son tuberculosas en grado extremo. Las dos deben haber sido excepcionalmente bonitas. Hablan una lengua desconocida que nadie entiende, quizás el húngaro. Nunca sabremos quiénes son ni de dónde vienen. La más grande se comporta con la pequeña como una auténtica madre, a pesar de su propio agotamiento. La hace comer, le seca el sudor, la arropa, le habla afectuosamente.
Una noche, silenciosamente, muere la pequeña Margrit. Las enfermeras, compadecidas, se la llevan sin despertar a la hermanita. Pero cuando la niña, por la mañana, ve vacía la cama de Margrit, su desesperación es máxima. En vano el mismo doctor, mintiendo piadosamente, le dice que ha sido trasladada a otra sala. Sin comer, sin dormir, la pequeña grita desesperadamente:
-¡Margrit! ¡Margrit! ¡Margrit!...
La niña grita durante dos días seguidos, hasta perder aliento, por la hermanita perdida.
Cuando murió, todas nosotras estábamos deshechas.”

Escenas terribles. Un día llegan dos camilleros con un deportado que está agonizando. El enfermero jefe dice que no le puede dar cama para unos minutos. Los camilleros dicen a su vez que tienen prisa, que les esperan en otro punto para trasladar a otro enfermo con la camilla. El enfermero se encoge de hombros y vuelve a su trabajo. De vez en cuando sale al pasillo y toma el pulso al enfermo. “Aún no está muerto.” Los camilleros fuman nerviosos. Miran el reloj y miran al agonizante. En otra de las visitas del enfermero por fin dice: “Ya está muerto”. Ya pueden llevarlo al depósito los camilleros.



Mercedes Núñez Targa Destinada al crematorio. De Argelès a Ravensbrück: las vivencias de una resistente republicana española (Sevilla: Renacimiento, 2011).

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