lunes, 12 de marzo de 2012

Muerte de Moebius (1)


Se ha muerto el artista que más he admirado a lo largo de mi vida. Se ha muerto Jean Giraud, “Gir” o “Moebius”. Se ha muerto, también con él, mi juventud. Durante los últimos 33 años –yo conocería su obra con 12 ó 13—, la revisión de su obra y sus publicaciones han sido una constante en mi vida. Siempre había algo, de vez en vez un libro nuevo o alguna reedición interesante. En cierto modo, mientras Moebius publicaba nuevas maravillas, el adolescente que había en mí seguía atónito y abierto a sus propuestas infinitas.

Tuve la gran suerte de conocerlo personalmente. Mi madre lo abordó en una recepción con motivo del Imagfic, en el año 81, y, ni corta ni perezosa acordó con él que nos veríamos esa misma tarde —Moebius y yo— en el cine Princesa de Madrid (creo que hoy es una tienda de ropa). Mi madre era tremenda, y muy capaz de cualquier cosa que se le metiese en la cabeza. Yo tenía dieciséis años, y Moebius era Dios. Por entonces yo dibujaba muchísimo, y trataba de imitar el trazo claro, limpio y exacto de aquel descubridor de mundos insólitos. Muchos jóvenes tratábamos de apropiarnos de su estilo fascinante, que parecía a la vez puro, sencillo y aparentemente accesible.

Cuando mi madre me llamó por teléfono, desde la misma recepción donde había conocido al artista que tanto admiraba su hijo, casi me caigo al suelo. Había quedado con Moebius. Yo había quedado, esa tarde, nada menos que con Jean Giraud “Moebius”.

Muy nervioso, metí mis mejores dibujos en una carpeta y me acerqué al cine Princesa. Giraud apareció enseguida. Vestía de manera muy informal, zapatillas de deporte, vaqueros, camiseta y cazadora de plástico, y recuerdo que llevaba un colgantito también de plástico en el cuello. Bien pudo haberse zafado de mí con una breve conversación y alguna disculpa. Sin embargo, tuvo la inmensa amabilidad de indicarme asiento en un sofá del bar, charlar largo rato conmigo —para mi sorpresa hablaba español casi sin acento; yo no sabía aún que había vivido en México—, y mirar mis dibujos detenidamente. Alabó unos cuantos, y me preguntó por qué eran algunos tan violentos. Le podría haber respondido que los dibujos violentos se debían a la influencia de la revista Tótem, hija de la Métal Hurlant que él mismo había creado. No sé qué le diría. Entonces me regaló un bello consejo, que siempre he tratado de ver en su propia obra y seguir en la mía: “Dibuja lo que salga de tu corazón”.

Me dibujó y dedicó un Arzach dentro de un álbum de Blueberry. Ese dibujo, enmarcado, ha presidido cada casa en que he vivido. Moebius siempre me acompañó como una referencia constante, presente y fresca,  un horizonte abierto, como los fondos fordianos de Blueberry o las vastedades del Desierto B.

No me puedo creer que haya muerto, porque entonces se ha muerto un motor de mi imaginación. Lo crea o no, así ocurre. También murió mi madre, hace poco más de un año. Todos sabemos que el tiempo pasa y que la vida se desvanece; pero es cruel aprenderlo con tales zarpazos y mutilaciones. El recuerdo es un triste consuelo, aunque consuelo al fin. Esa tarde de marzo del 81 me regaló un magnífico dibujo, un gran consejo y uno de los grandes momentos de mi vida. Cuánto echo de menos a mi madre.

17 comentarios:

  1. Muy hermosa y emotiva esta entrada, Dativo. Gracias por compartirla. Luis

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    1. Muy emotivas tus palabras, Félix. Entiendo perfectamente lo que cuentas porque yo también viví esos momentos, aunque en segunda fila. Gracias a tu madre y a ti tengo una dedicatoria del enorme MOEBIUS. Se apagó el faro que guiaba nuestros sueños... (Juan Luis)

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    2. Precioso Félix,que anécdota tan bonita viejo amigo..

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  2. Dativo, gracias por este precioso y sentido homenaje al que, para mi, es uno de los grandes dibujantes, no sólo del siglo XX, sino de la historia en general.

    Como bien dices, su influencia en el desarrollo visual de la ciencia ficción es inestimable. No me quiero imaginar cómo serían muchas de las películas clásicas de ciencia ficción si ni hubiera existido este personaje.

    Y no sabes la envidia que me da que tuvieras ocasión de pasar una tarde charlando y compartiendo dibujos con él. Por cierto, a ver si nos dejas ver algunos de esos dibujos tuyos de los que hablas ;)

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    1. Gracias a ti, Tamarán, por mantener esto funcionando, y por colgar las cosas cuando y como debe ser. Claro, que lo que me dices en el segundo párrafo se corresponde con el próximo post (si me lo publicas).

      Y en efecto, fui digno de envidia. Moebius se tomó su tiempo para comentar mis cosas (qué gran persona), e hizo que habláramos más de mí que de él mientras tomábamos un refresco, que no me dejó pagar (ni pagó, tampoco; tendría barra libre en el bar). Comentaba alguna influencia, señalaba algo que le gustaba de aquí y de allá... Le quise regalar algún dibujo de los que llevaba, para corresponder al que él me hizo; pero él me dijo que lo perdería en el festival de cine, y tenía muchísimos en su casa. Bien podría haber cogido el primero que pillase, y tirarlo después a una papelera, sólo por complacerme. Finalmente creo que se llevó alguno muy pequeño, un recorte, un esbozo de un monstruo que le gustó. No estoy seguro. Estaríamos hablando durante una hora, o así, antes de que comenzara una película del Imagfic. Después me fui a casa y a una fiesta que dábamos en el instituto, con la sensación de que el mundo no era real.

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  3. Qué bonita historia. Al final, eso de los seis grados de separación (todos conocemos a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien que querríamos conocer) se cumple con más asiduidad de lo que creemos. Si no te importa, Dativo, la comentaré este viernes a mis alumnos de Historia del Cómic, con quienes hablaré de Moebius antes de lo que tenía previsto (estamos aún en los años 40, pero creo que no puedo por menos que dar ese salto en el tiempo para que descubran a este increíble autor, al que me temo que pocos conocerán en clase).

    P.S.: Antes incluso de saber de dónde venía ese nombre, Moebius ya era una referencia para mí y para un montón de gente aquí en Las Palmas, pues era el nombre de la única tienda de cómics (y discos de segunda mano) que había en la ciudad.

    Víctor Junco

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    1. "Mis alumnos de Historia del Cómic"... Leer eso me eriza los pelos de la nuca y los de las pantorrillas. Hay una asignatura con ese nombre. ¡Ya! Claro, yo vengo de los ochenta, cuando leer cómics era de tiraos y de fumetas. Pues espera al próximo artículo sobre Moebius, más objetivo, del que sacarás más chicha para tus clases.

      Y algunas historias te podría contar sobre eso... Qué inmensamente viejo me siento, qué centenario. "Mis alumnos de Historia del Cómic". Lo que hay que ver. Saludos.

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    2. Bueno, no te vayas a creer que esto de dar clases de Historia del Cómic es el pan nuestro de cada día. Es una optativa que he conseguido reconvertir en estos dos últimos años, pero que tiene fecha de caducidad porque con el cambio de planes de estudio desaparecerá en dos años. Con todo, yo sigo empeñado en reservarle un espacio en mis clases, y ya dedico algunas semanas al cómic estadounidense en otra asignatura de los nuevos grados. Cuando me la quiten, que puede suceder en cualquier momento, imagino que lo primero que eliminarán será esa parte. La coña del asunto es que yo nunca fui de niño un lector empedernido de cómics, pero ya hace algunos años que empezó a interesarme y me parecía injusto que estuviese tan relegado y denostado.

      También he tenido la suerte de que mi facultad (Filología, en Las Palmas), apostó desde hace años por los estudios culturales (cine, televisión, literatura de terror y policiaca...) cuando no tenían demasiada cabida en la universidad española. Ahora descubrí que un compañero de La Laguna lleva años dando una asignatura similar (y seguro que con bastante más criterio que yo). En fin, que espero con ansia ese prometido nuevo artículo sobre Moebius! Saludos (Víctor).

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    3. Por cierto, si te sirve de consuelo, somos casi de la misma quinta, así que si viejo tú, me temo que yo también. Qué hace un pureta de casi 45 tacos dando clases de cómic? Y yo qué sé...(Víctor)

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  4. ¡Qué post más bello y emotivo! Lo he releído varias veces, Dativo, a pesar de la tristeza que supura! Me consuelo -y engaño- pensando que yerras solo en una cosa, y que es el mundo el que se hace viejo a pasos agigantados, y no nosotros.
    Te envío mi más sentido pésame (sin ironía ni licencia poética alguna).
    Un abrazo: José Ramón.

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    1. Muchas gracias, José Ramón. No te engañas. Es verdad. El mundo envejece y recula. A pesar de que la técnica y los juguetitos tecnológicos lo adornen de lucecitas, la sociedad se decimononiza y se enroca en unas posturas que nos parecían jocosas y desfasadas hace treinta años. Lo que nos parecía caduco y moribundo en los ochenta, se yergue ahora y echa a andar como un zombi reciente, descerebrado y voraz.

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  5. He conocido poco a tu madre pero no me sorprende nada de lo que cuentas sobre ella. Me pareció siempre una mujer fuera de lo normal, culta y muy adelantada al tiempo en que le tocó vivir. También en su declive daba muestras clartas de entereza y nobleza poco frecuentes en los hospitales de la seguridad social.

    El detalle de "atreverse", en aquél tiempo, a acercarse al gran Moebius y concertar una cita para su hijo, dice mucho de su inteligencia y cultura. La inmensa mayoría de las madres de adolescentes españoles de aquella época no habían oído nunca hablar de Moebius, y aún hoy seguirán sin saber quién es. Pero dice muchísimo más de su ternura y del amor que sentía hacia tí.

    Mi mejor recuerdo para ella.

    Aquilino

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    1. Muchas gracias, Aquilino. No te puedo contestar. Era así, desde luego. Muchas gracias y un abrazo.

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  6. Es una crónica sentida y emocionante, Dativo. Desde luego esa página de tu vida es inolvidable. En relación con la otra entrada que le has dedicado, y además de la cultura enciclopédica que acreditas sobre el caso, me parece admirable la fecundidad y la influencia de Moebius, que desconocía casi por completo. Enhorabuena y gracias por estas palabras magistrales.

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  7. Dativo, se ha dicho ya aquí mucho de lo que había que decir. He tenido el honor de ver ese dibujo del que hablas presidir tu espacio habitado que es también tu espacio mental (honor doble por tanto).

    La anécdota toda, tal como la cuentas, es de una belleza y una ternura extraordinarias. Yo también me quedo ahora pensando que el mundo no es real. Afortunadamente.

    Un abrazo.

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  8. Dativo, llego aquí siguiendo la recomendación de un amigo. Tengo la misma edad que tú y en el 81 también devoraba la revista Tótem y similares. Mi madre, que siempre me compró tebeos, me animaba a coleccionarlos, a encuadernarlos y a cuidarlos. Y aquí siguen. Ella también murió hace poco más de un año y por eso me ha emocionado mucho tu texto.

    Yo también la echo mucho de menos. Gracias por los bonitos recuerdos que me has provocado.

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    1. Muchas gracias por este comentario. Veo que somos unos cuantos afortunados por haber vivido aquella época y tener con nosotros a quien nos comprendía. Con la distancia del tiempo, se aprecia mejor la magnitud de aquellos días y la suerte de haberlos vivido.

      Un saludo y un abrazo.

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