viernes, 3 de febrero de 2012

Homeopatía cultural

¿Creéis en la homeopatía? ¿Confiáis en que el rastro infinitesimal de un elemento activo en una disolución es suficiente para hacer que nuestro organismo reaccione y se haga fuerte ante él? Si es así, estáis de enhorabuena, pues vivimos en plena expansión de la homeopatía cultural. Las disoluciones infinitesimales de cultura nos invaden jaleadas por los medios, que actúan como diluyentes. Así, vivimos en plena euforia de los micro relatos, los relatos en SMS, los cortos cortísimos, el teatro a escala 1:43 y otros objetos culturales de tamaño reducido. Tan reducido que los medios pueden hacer de ellos objeto de todo tipo de concursos amateurs y conseguir la participación de cientos de aspirantes que les proporcionan contenido con toda facilidad y sin coste alguno.
Una anécdota reciente: el pasado 25 de septiembre se montó la mundial en Badajoz por culpa de un artefacto electrónico que llegó por correo a la Diputación. Varios edificios fueron desalojados y la policía requisó el objeto en cuestión. No se ha sabido más del suceso ni se ha dicho en qué consistía el peligroso trasto. Por pura casualidad yo supe de lo que se trataba: era un proyecto enviado al concurso de poesía experimental de la Diputación y consistía en un transmisor Morse y una partitura en ese lenguaje (la poesía). No, yo no era el autor. Ya no hacen falta ni palabras. La homeopatía cultural ha llegado a un extremo en el que podemos sustituirlas por rítmicos pitidos y esperar que eso deje huella en nuestros sentidos.
Si os digo la verdad, yo no creo en la homeopatía y menos aún en esta corriente nano cultural. Y no es una cuestión del formato. Un haiku requiere una destreza que se no se gana en dos días. Un cuento corto, pero memorable, es el destilado de años de escritura. Pero, a diferencia de una novela o de un poemario, cuando vamos a lo homeopático, a lo nano, parece que estén al alcance de cualquiera. Escribir doscientos folios, por muy voluntarioso que uno sea, supone un gran esfuerzo, al margen del contenido. Escribir un cuento en 140 caracteres no suele derivar en escoliosis. Luego, cualquiera puede hacerlo.
Además, hay otra cosa diabólica de lo micro: es más difícil de juzgar. Si leemos un borrador de novela, al llegar a la página diez tendremos ya una idea clara de la habilidad del autor al manejar el lenguaje escrito, al margen de que luego la obra nos guste o no. Sin embargo, cuando el formato se reduce tanto resulta mucho más difícil hacerse esa idea. Incluso podemos decir que, por puro azar, hay más posibilidades de que se reúnan unas cuantas palabras que produzcan un resultado interesante o evocador, aunque el autor no sea capaz de escribir dos folios con coherencia.
Aunque profesionalmente me he tenido que acostumbrar a formatos muy cortos (columnas periodísticas de menos de 500 palabras), lo excesivamente reducido no me interesa, con excepciones. Si algo es bueno, quiero más. Si un libro de haikus es bueno, como “Salta del agua un pez”, de Emilio Gavilanes, leo uno tras otro, despacio, paladeándolos. Y, reunidos, van creando algo más grande. Para mí, asistir a una obra de teatro de 5 minutos es un coitus interruptus. Y un cuento en 140 caracteres, normalmente, me lleva a la perplejidad.
Lo que no quiero es tomarme esta moda como una señal de los tiempos que vivimos, ni deducir que lo leve, lo inane, es el formato del futuro. Quien lo trabaja puede hacerlo en cinco minutos, quien lo “consume”, lo hace en quince segundos. Sería muy triste.
Pero busquémosle el lado bueno. Yo quiero creer que esos miles de personas que se lanzan a enviar sus nano obras a los concursos correspondientes deben de pensar algo así como: “Si escribir 140 caracteres me ha costado tanto, lo que duro que debe ser escribir un buen tocho”.


31 comentarios:

  1. Bueno, partiendo de que la homeopatía aplica dosis pequeñísimas porque utiliza sustancias venenosas... :-)

    A mí me gusta escribir microrelatos, historias en 100 palabras, sobre todo como ejercicio de estilo, pero reconozco que donde esté un novelón con más de 300 páginas (bien escritas, que es lo difícil, mantener el estilo, el tono, dominar la estructura, esas cosas) que se quiten los snacks literarios.

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  2. Con razón decía David, hace unos días, que su nueva entrega sería polémica. Porque su propuesta lo es, al tiempo que tiene muchas aristas, que pueden ser contradictorias, y por eso mismo, ricas y propicias al debate.
    Para empezar, decir que yo sí creo en la homeopatía cultural, y, hablando de literatura, en ese pildorazo que, con pocas palabras pero con mucha sustancia, te conmueve, seguramente tanto o más que una obra de mayor extensión. De la misma manera que tampoco creo que la virtud o el defecto de lo literario esté en la extensión. Y de acuerdo que la actual moda (como lo llama David) de los microrelatos puede enmascarar un “facilismo” y concesión a lo simplón e inane; pero hay que reconocer que lo mismo podríamos decir de la “otra moda” de grandes novelones de carácter esotérico y mistérico. Concedo que no resulta tan “fácil” de practicar, pero puede ser igual de inane, y, sin duda, mucho más rentable en el aspecto comercial.
    No, no estoy de acuerdo, pues, en que la extensión, ni siquiera la supuesta moda, sean el criterio para denostar o alabar una obra literaria. Hay relatos cortos que se te caen de las manos de pesados, y hay novelas de 500 páginas que se te hacen muy cortas al leerlas.
    Tampoco creo que necesariamente haya que pasar por la disciplina de la novela larga para luego escribir el relato corto, como creo haber entendido en tu comentario. Chéjov escribió desde el principio relatos cortos, y, para mi gusto, es el mejor de los narradores en este tipo de relatos.
    Gracias, David, por abrir este debate, que ojalá cuente con otras opiniones que a todos nos alumbren. Luis Junco.

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    1. Estoy de acuerdo con el último comentario. Ya lo dijo aquel: el secreto no está en el tamaño. Hay, sin duda, microrrelatos maravillosos, 140 caracteres o menos. Pdría bastar una frase para provocar asombro, reflexión y un inmenso placer. Y en mi caso, debo reconocer que las novelas de más de 300 páginas, salvo excepciones (que las hay, faltaría más), se me caen de las manos. Aun así, soy de la opinión de que se necesita destreza, talento y mucho trabajo para conseguir una buena obra literaria, larga o corta. Y en cuanto a la "moda de la brevedad"..., si con brevedad entendemos una especie de "todo vale", obviamente no. Va a sonar a mensaje calvinista, pero sobre todo creo en el trabajo a la hora hora de escribir. Y si al trabajo se le añade el talento, entonces puede que se produzca el milagro. Lo que pasa es que esta combinación se da con escasa frecuencia. ¿Será por eso por lo que lo disfrutamos tanto?
      Interesante debate! Loida Díez

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  3. Estoy de acuerdo con Luis en que la extensión material de una obra no se traduce directamente en la sensación que el lector tiene de la extensión.
    Pero lo que más me llama la atención del artículo es esa especie de resistencia a que "cualquiera" pueda hacerlo. ¿Por qué no? ¿Por qué no puede ese "cualquiera" escribir una pequeña obra maestra?
    Ahora, volviendo al argumento principal, creo notar esa tendencia a lo breve también e intuyo que su efecto más nocivo es que quizá, al demandar ciertas estrategias de lectura ancladas en la fugacidad (como la habilidad de leer ventanas que se abren en una pantalla), que corroa la capacidad de leer larga y linealmente.
    Un abrazo desde Pittsburgh,
    María Julia

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  4. No creo que cualquiera pueda escribir una obra maestra, ni pequeña ni grande. Ya sé que el concepto de "talento" está muy pasado de moda, pero lo sigo considerando fundamental para cualquier creación, ya sea literaria, artística, culinaria o artesana. Y es cierto que lo breve tiene el falso atractivo de lo fácil.

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  5. Me parece que hay una materia extensa que comentar. Lo primero, definir ese "cualquiera". Siempre he comparado la literatura con la música. La diferencia entre ambas reside en que damos por supuesto que un intérprete ha consagrado muchísimo esfuerzo, horas y dedicación al dominio de su instrumento, que se ha sometido a una disciplina rigurosa de errores y aciertos hasta conocer a fondo el violín, el piano, la flauta... "Cualquiera" cuando hablamos de literatura supone cualquier persona, porque todas utilizamos el lenguaje como herramienta, y aquí viene la primera puntualización. El hecho de usar una herramienta no es equivalente a la maestría. Si seguimos con la analogía, no todos los que se someten a la disciplina de conocer un instrumento están capacitados para subir a un escenario y ofrecer una interpretación ante un público entendido, porque además de la maestría en el dominio del instrumento, el intérprete tiene que poseer una "mirada" especial, ser capaz de transmitir mucho más para llegar a ese público. Es ahí donde ya nos hemos apartado de ese peligroso "cualquiera". Los haikus que se mencionan son obra de un autor con una mirada excepcional y un dominio absoluto del instrumento, y cualquier obra, por breve que sea, debe contener estos dos requisitos. Nos parecería deleznable que un neófito cualquiera se acercase a un piano y tocase tres notas y ya se considerase un músico excepcional, pero si un excelente intérprete hace lo mismo, vamos a escuchar una cadencia especial, un toque interesante, algo que ha sido transmitido no por casualidad, sino con toda la intencionalidad y se ha aproximado a su intención comunicativa. Lo demás son golpes de efecto más o menos afortunados, pero casuales en cualquier caso.
    Las formas breves en la música no son formas menores. Hay canciones que son obras maestras y sinfonías insoportablemente tediosas. La forma no hace al autor, es el autor el que hace a la forma, y la proliferación de las formas breves habla más de la actitud del público, en este caso lector, que ha cambiado en ciertos sectores. Las formas brevísimas de literatura inician un juego de provocación, también satisfactorio en ciertos momentos e incluso adictivo, aunque también los novelones de 900 páginas que en cualquier biblioteca os dirán que tienen innumerables lectores son otra forma de adicción, en este caso emocional más que de ingenio o sugerencia. Lo importante, creo, es que cualquier forma de literatura, breve en dosis o larguísima y prolija, se nos sirva no por cualquiera, sino por aquellos que se han consagrado al dominio del instrumento y que nos brindan una mirada diferente sobre lo que nos muestran.

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  6. Alguien que escribe una obra maestra, aunque pequeña, me parece que ya no es cualquiera. Lo que creo es que las posibilidades de que alguien sin experiencia y sin mucho trabajo previo escriba una obra notable, son casi nulas, pero tenderá a creer que lo puede lograr si lo que tiene que hacer es juntar unas pocas palabras. Creo, y aún me voy a liar más, que vivimos en un momento histórico en el que la idea que predomina es la contraria: cualquiera, sin esfuezo, puede ser artista. Un programa de ordenador, un ratito en tu casa y ya eres músico. Un par de cuartillas y ya eres escritor. Lo cual no quiere decir que todo hijo de vecino no pueda entrenerse y disfrutar practicando la música, la literatura o la pintura. Faltaría más. Pero, sí, María Julia, tienes razón, me molesta esa idea buenista de que cualquiera puede hacer una obra maestra, A LA PRIMERA. Cuando uno se convence de que a la primera puede hacer una obra maestra (y más aún si ya la ha hecho), su nivel de exigencia por comparación baja automáticamente. Llamadme elitista si queréis, pero no todo el mundo tiene el mismo talento y, además, sólo con talento no se va lejos. Hay que trabajar y esforzarse. En un polémico libro, el ensayista estadounidense Malcom Gladwell afirmaba que el coste de la excelencia son entre 10.000 y 20.000 horas de trabajo, de entrenamiento. Uno de los ejemplos más populares que exhibe es el de The Beatles. Sin los años de estancia en Berlín actuando noche tras noche, dice, el cuarteto de Liverpool nunca habría llegado a ser lo que fue. Y tantos otros casos...En el particular terreno de la literatura parece que uno puede esperar una gran obra desde su primera página escrita. Y no digo publicada, que ése es otro cantar. Y que la moda, lo afirmo, de lo breve, lo que hace es fomentar y aprovecharse de esa ingenua creencia para llenar horas de emisión y páginas con el fruto gratuito de ese entusiasmo. Y me preocupa que esa moda cambie la medida de las cosas.

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  7. Y me encanta que el tema sea polémico. Gracias por participar.

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  8. Pues bien, "seré breve", jeje. Lo cierto es que comparto visiones de ambas posturas, ya que si bien estoy convencido de que el trabajo duro y la perseverancia son imprescindibles para la creación, no ya de una de una obra maestra, sino de algo digno de mención, tampoco creo que por eso haya que menospreciar el género corto, pues muchos autores "geniales" han comenzado con este género y lo han hecho con verdaderas obras maestras, como por ejemplo Cortázar, sin ir más lejos.

    Sin embargo creo entender en el planteamiento de David que el problema no está en quién escribe esos textos cortos, sino más bien en los que nos habituamos a leerlos movidos por esa prisa con la que vivimos, perdiendo la capacidad de disfrutar de una obra asustados por su extensión. El caso claro es la lectura en internet, donde es raro encontrar a gente que se quede a leer un post que ocupe más de 6 párrafos, una vez más debido a que, al ser internet un contenedor tan grande de contenido, tenemos la sensación de que nos perderíamos demasiadas cosas si nos paramos a leer algo tan largo.

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  9. A los que hemos leído mucha poesía nos gusta la brevedad y la intensidad de los textos, las estrofas y los párrafos que te resumen en pocas palabras una idea o un sentimiento denso y profundo. Sin embargo, no me gusta nada esta moda actual de lo breve que enmascara la frivolidad de las prisas y la superficialidad de quien, de forma compulsiva, sólo quiere hacer clic en un botón para publicar rápidamente cualquier cosa que suene bonita.

    El problema principal de internet es que a la gente le gusta pulsar botones digitales constantemente, todos los que encuentra en los sitios web, y no parece que se canse de ello. Por eso, los 140 caracteres de Twitter son un chollo para seguir pulsando botones todo el santo día balbuceando frases ininteligibles, inconexas y superficiales. Si alguien consigue la belleza con este bagaje intelectual y estos materiales, será digno de estudio.

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  10. Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí

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  11. Cuidado, Luis, no le vayas a desvelar el final a la presidenta madrileña, que lo está leyendo.

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  12. Pues qué queréis que os diga: yo me he pasado la tarde con El libro de las horas contadas de Merino. Os copio uno de estos pequeños textos, así sin ponerles nombre: "En los pétalos de los libros y en las páginas de las rosas estuvieron escritas las mejores historias que el ser humano pudo imaginar", pensó, cuando ya ni los libros, ni las rosas, existían.

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  13. Perdona David pero este Junco no es Luis sino Pepe

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  14. Perdonado, Pepe. Yo no soy yo, evidentemente. Precioso texto, Elena. ¿Se notan o no en unas pocas palabras los años de rodaje? ¿Pide o no pide más el lector sediento cuando gusta algo así?

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  15. Alguna vez hemos abordado este tema en nuestro habitual intercambio de mensajes, y sigo sosteniendo lo mismo: parece como si la brevedad fuese una forma de compensar la desproporción que existe entre la cantidad de información accesible, especialmente en la red, y la capacidad real de digerirla. Lo breve se impone en sintonía con la urgencia y la falta de reposo con que se hacen tantas cosas. En la creación pasa algo parecido, si bien entiendo que la creación no se aviene con la urgencia. Por lo que respecta a la poesía, es tan difícil concentrar la tensión (dicho en un sentido amplio) en un poema breve como mantenerla en uno largo. Construir un haiku brillante no es tarea fácil (no digamos un soneto, que es una composición poética condensada, más que breve) y un mal poema largo es una tortura en toda regla. Por lo que toca a la prosa, resolver una trama eficaz en un microrrelato es algo que se me antoja muy complicado.

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  16. Permitidme que me aleje del proceso creativo, pero algo tiene que ver con lo que estamos diciendo. En la elaboración de una buena definición de un diccionario -no de todas verdaderamente- se experimenta un proceso sublime. Y mucho tiene que ver con la genialidad de conjugar la precisión con la brevedad. Si esto lo trasladamos a un exquisito breve texto literario puede resultar superior.

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    1. Coincido totalmente con lo que dice Luis y opiniones similares a éste. Lo del dinosaurio es maravilloso,Pepe.

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  17. Esto de los géneros es muy difuso. Relato, microrelato, aforismo, fábula, gregería... No creo que sea un género nuevo, pero sí parece que se está poniendo de moda. También están de moda los novelones. No hay best-seller que baje de cuatrocientas páginas. Las dos tendencias están ahí.
    La moda de los relatos breves —moda de escritura, que no de lectura— puede tener que ver con un tipo de política cultural:
    Es más complejo organizar un buen concurso de novela que uno de microrelatos. En los de novela hay que organizar un jurado, un comité de selección y hay que dar un premio. Si quieres que sea famoso y salga en los papeles y participe mucha gente y además algunos escritores de renombre, hay que poner un premio ganso. En uno de microrelatos cualquier cantidad parece suficiente.
    Si uno ve que hay un premio de 300 o 1.000 € por escribir cuatro o cinco líneas, con la que está cayendo, cualquiera se lanza.
    Resumiendo: Un concurso de novela es engorroso y caro y se presentan los de siempre. Uno de microrelatos es sencillísimo y con cuatro euros moviliza a muchísima más gente.
    Quienes diseñan políticas culturales no suelen tener tendencia a complicarse la vida. Supongo que su interés al convocar estos consursos es popularizar la literatura y lo consiguen. Pero no logran hacer popular la literatura. Ni Macedonio Fernandez, ni Monterroso, ni Luis Mateo, ni Karl Kraus o tantos otros son ahora más leídos que antes de ponerse de moda los microrelatos.
    Para hablar de microrelatos, se me ha ido la mano.
    Pero quedaría por tratar el hábito de lectura en aparatos electrónicos y la red, que también favorece el microrelato. Después de la tablilla, pasamos al rollo y después al libro, pero con la web hemos vuelto al rollo. Creo que hay más factores, pero sería prolijo.
    Creo recordar que Cortazar escribió algo parecido a que en una novela se puede ganar a los puntos, pero en un relato hay que ganar por K.O.
    Estoy 'obligado' a escribir un relato corto cada año y cuesta un montón. Doy fe.

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    1. El microrelato tiene un origen esencialmente oral.
      Buenos escritores, que además han sido grandes narradores orales, lo han cultivado con maestría. Tal es el caso de Galeano o Francisco Garzón Céspedes. Cuando un escritor trata de hacer un espectáculo oral ha de contar con cuentos cortos que produzcan la chispa que ilumine conciencias y provoque una reacción. NO es fácil acortar un cuento largo y contar sólo su esencia. A veces, lo recreamos tanto que inventamos otro cuento.
      Tampoco es nada fácil escribir un mini cuento, hay que trabajarlo mucho para encontrar las palabras justas.
      UN microcuento es como una chispa que eléctrifica los sentidos y a veces ilumina. UN cuento largo son muchas chispas seguidas que casi siempre ilumina.
      Les contaré un micro cuento de nunca acabar de mi cosecha:
      "La acosada ratita del cuento nunca creyó que lo conseguiría: horadó la montaña y eludió a los gatos. Desde entonces todas las ratitas del mundo han aprendido, que para sobrevivir, además de eludir a los gatos hay que horadar montañas y montañas y montañas y montañas...Pepa Aurora

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    2. Estupendo relato. Gracias por compartirlo.Luis.

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  18. Me encanta que mi pequeña provocación haya atraído a tanta gente y tan notable. Y que se estrene aquí un micro cuento estupendo, me parece un lujo. Todas las aportaciones han sido, están siendo, muy valiosas y eso, en un país y un momento tan volcado en el cainismo, me parece reconfortante. No he querido quitarle nunca valor a lo micro, que quede claro, sino mostrar mi preocupación porque lo micro lo ocupe todo sin que se discrimine su calidad.

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  19. David, eres casi tan buen animador cultural como novelista. Gracias por la mención de los haikus (y a Paloma).
    Además de suscribir todo lo que dicen Luis y otros, me gustaría hacer alguna observación más: En determinado momento de su vida, Chejov dijo que nada de lo que escribía le parecía lo suficientemente breve. Es decir, para él escribir breve suponía un esfuerzo. Detrás de un buen texto breve puede haber muchas horas de trabajo. Incluso años. Escribir un texto breve sin dejar fuera nada de lo esencial, eso es muy difícil. Cuando empezamos a escribir, lo que nos sale espontáneamente es largo (además de confuso). Y es largo, aunque solo sea una página, porque lo que decimos en esos primeros escritos podríamos haberlo dicho de una manera mucho más condensada. Lo más fácil es ser locuaz.

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    1. Totalmente de acuerdo. Resumiendo aquí reflexiones que tengo más largamente escritas, esta última observación de Emilio es trasladable a la oratoria, en donde lo fundamental es ser elocuente, no locuaz. La elocuencia es cualitativa; la locuacidad es cuantitativa. Pocas cosas son tan elocuentes como el silencio. Lo difícil es ser elocuente. Se trata de decir, no de hablar.

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  20. Sin desdecirme de mi anterior comentario, con el excesivo elogio de lo breve, haikus y otras genialidades aparte, da la impresión de estarse dando la vuelta al círculo y volver a lo que se decía en el comentario con el que se inició este debate, y a la postre,certero.

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  21. No lo creo. En mi opinión, lo que queda de este debate es que el criterio de aceptación debe ser la calidad y no la extensión.Pero sí que me parece cierto que lo que subyace en el planteamiento primero de la cuestión es la desconfianza generalizada hacia los escritos cortos. Quizás también sea esta la razón por la que las editoriales apuestan menos por este género.

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  22. Está claro y es evidente que el criterio de aceptación de una obra literaria tiene que ser la calidad y no la extensión, pero lo que creo que se plantea al inicio, con preocupación, es la tendencia o la moda hoy a un exceso en la brevedad. Tampoco hay que engañarse, a veces se es breve porque no se tiene más nada que decir, por supuesto todo ello sin perjuicio de obras breves geniales, maravillosas, profundas y contundentes.

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    1. Ya lo dijo el clásico: "lo bueno, si breve, dos veces breve"

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  23. Perdón, me he equivocado. Lo que dijo el clásico fue (creo): "Lo breve, si bueno, dos veces breve"

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  24. Amigo Anónimo: Cómo se nota tu desconocimiento acerca de los clásicos. Lo que en realidad dijo el clásico fue: "lo bueno, si bueno, es bueno, aunque sea breve"

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    1. Según Chumy Chúmez, lo que dijo el clásico fue: "Lo bue, si bre, dos veces bue".

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