Por Luis Junco
En poco tiempo se publicará en nuestro país Haru to shura y otros poemas, fundamento de la obra poética de
Kenji Miyazawa (1896 – 1933), poeta clásico en Japón pero prácticamente aún
desconocido en nuestro país. El libro será editado por Ediciones de La Discreta
y es una traducción al español del catedrático de la Universidad de Waseda
(Tokio) y especialista en la poesía española contemporánea Alfredo
López-Pasarín Basabe.
Como el mismo Alfredo nos dice, Kenji Miyazawa pertenece a ese abundante y
especial grupo de escritores y artistas desconocidos o despreciados por sus
contemporáneos que alcanzan el reconocimiento después de su muerte. En la
actualidad, Miyazawa es considerado autor imprescindible de la literatura
japonesa de todos los tiempos. Y si bien ese reconocimiento se refiere a los
dos géneros literarios que practicó –el cuento y la poesía– su fama póstuma se
debió principalmente a los relatos, cuentos del mundo de la infancia que en
modo alguno podemos considerar solo para niños. En ellos podemos hallar el
mismo profundo lirismo y la visión mágica de la existencia que Miyazawa
manifiesta en sus poemas.
Hasta tener la oportunidad de leer
su poesía en el libro que anunciamos, me atrevo a recomendar dos de los relatos
más conocidos del escritor japonés: El
tren nocturno de la Vía Láctea y Matasaburo,
el genio del viento, que conocí gracias a la traducción y edición de la
malograda Montse Watkins, fundadora de la editorial Luna Books y que tradujo al
español y publicó en su editorial casi todos los cuentos de Miyazawa.
Voy a referirme brevemente al primero de ellos.
Algunos comparan El tren nocturno de
la Vía Láctea con El principito,
y aunque ambos relatos puedan ser comparables en algunos aspectos –por ejemplo,
en la ingenuidad, inocencia y curiosidad que manifiestan los respectivos
protagonistas, y en la celebridad que los dos cuentos alcanzaron en sus
correspondientes ámbitos de influencia-, considero que poco tienen que ver en la
historia que se cuenta y en el rico bagaje simbólico que cada uno contiene.
Giovanni es el héroe del libro de Kenji Miyazawa, un niño pobre y solitario
que se siente despreciado por sus compañeros de escuela, salvo por uno,
Campanella. La noche de verano en que se celebra la Fiesta de las Estrellas -
una fiesta tradicional que se celebra en el Japón durante el estío, cuando
aparecen en el cielo las dos estrellas principales de las constelaciones de
Lira y El Águila, Vega y Altair (ambas estrellas aparecen muy brillantes en el
cielo nocturno, separadas por la luminosa nube de la Vía Láctea), y que en la
tradición oriental representan dos amantes, que cada año, gracias a un puente
que para ellos construyen las aves, pueden cruzar el río luminoso de la Vía
Láctea y encontrarse en una de las orillas-, mientras los niños del pueblo
echan farolillos luminosos a la corriente del río que atraviesa el pueblo,
Giovanni se aleja del bullicio y en una colina, junto a la Columna de los
Deseos, se queda profundamente dormido. Y entonces su sueño se convierte en
mágico, pues de pronto Giovanni se encuentra a bordo de un tren nocturno que
recorre el curso de la Vía Láctea. En el tren también viaja Campanella, su
compañero de colegio, con quien Giovanni comparte el fascinante periplo que les
ha de llevar lleva por las constelaciones más conocidas de la galaxia, desde la
Cruz del Norte hasta la Cruz del Sur. El tren para en algunas estaciones, en
las que suben y bajan curiosos personajes que cuentan a Giovanni las razones de
su viaje o las circunstancias por las que se encuentran allí. Y entonces nos
damos cuenta de que en aquel tren Giovanni y a su compañero están viajando al
más allá, y que muchas de las cosas que experimentan –tanto las tristes como
las alegres y luminosas- y que aprenden de los otros viajeros, van a cambiar
profundamente la visión de sus vidas.
El relato sorprende por la sencillez del lenguaje, la belleza y plasticidad
de las imágenes que emplea, y la enorme carga poética que atesora. Y a poco que
se tenga curiosidad por los elementos simbólicos, descubrir el significado de algunos
de ellos añade, si cabe, arrobo a una lectura ya de por sí emocionante.
Ya hemos señalado que el sueño mágico de Giovanni se produce en la Fiesta
de las Estrellas, cuando, según la tradición oriental, los amantes separados
por la Vía Láctea pueden atravesar el río de luz y encontrarse de nuevo. Lo que
me lleva a relacionarlo con un acontecimiento en la biografía de Kenji Miyazawa que marcó su vida. Pues ¿cómo
no ver en esta secuencia el deseo del propio Miyazawa por reencontrarse con
Toshiko, su joven hermana, muerta hacía unos años, acontecimiento decisivo en
su vida y en su escritura? De hecho, me parece que, como buena parte de sus
poemas más célebres, la muerte de Toshiko inspira todo este relato. Mientras
leía por ejemplo una parte del relato en que peregrinos en túnicas blancas
entonan alabanzas mientras avanzan en una llanura de luz, no pude dejar de
pensar en el viaje de Dante, acompañado de Virgilio, en busca de su Beatriz. En
este caso, Miyazawa, en compañía de Giovanni y Campanella, también quiere
acercarse al Paraíso para encontrarse con su añorada hermana Toshiko.
Por último, me parece necesario señalar otro logro de Kenji Miyazawa en
este breve relato. Y es su capacidad para unir en su escritura culturas y
religiones diferentes. Un ejemplo es la música que aparece en el relato. Junto
a canciones tradicionales japonesas que cantan los niños, la melodía que suena
cada vez con más insistencia al acercarse al Paraíso es la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonín Dvorák. O los personajes y
símbolos cristianos que él mezcla sin la menor contradicción con los elementos
y creencias budistas, de los que Miyazawa era devoto. ¿Y cómo no apreciar su
reivindicación de la ciencia? Sí, también supo unir la ciencia con las
humanidades, lo que en el relato se aprecia en muchas ocasiones. Desde la
primera clase del maestro de escuela sobre lo que es la Vía Láctea, hasta esa
curiosidad de Miyazawa por hallar respuestas científicas más allá de la muerte,
que representa ese científico que excava sin descanso en la llamada costa del
Pleoceno.
Un escritor que en su viaje en el tiempo estoy seguro llegará cada vez a
más lectores. Si no lo conocen, lean estos dos relatos. Y si a través de ellos
les llega el profundo aroma de su poesía, no dejen de leer Haru to shura y otros poemas, que muy pronto publicará Ediciones de
La Discreta.
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