Con morosa delectación, casi rayana en devoción voyeur o delirio fetichista, el colosal poeta novohispano Francisco de Terrazas abordó la arriesgada empresa de describir no sólo la belleza infinita de unas piernas femeninas, sino también –¡en la segunda mitad del siglo XVI, con el furor contrarreformista haciendo estragos!– el delicado tesoro que flanquean. Se parapetó, es cierto, tras el poético baluarte del lenguaje figurado (la alegoría arquitectónica del cuerpo femenino visto como un templo venía dando sobrado rendimiento desde los clásicos grecolatinos); pero al llegar a los tercetos –y, de paso, a ese lugar privilegiado al que le conduce su deleitoso recorrido por las piernas–, Terrazas no se conformó con las metáforas al uso (“puerta de la gloria de Cupido”, “flor más estimada”) y, en su audacia, situó en dicho enclave de la anatomía femenina nada menos que “el cristalino cielo”. Otros sonetos suyos, también bellísimos (como “Dejad las hebras de oro ensortijado” o “Soñé que de una peña me arrojaba”), han sido más divulgados; pero éste escandalizó a sus editores y exegetas: Joaquín García Icazbalceta lo halló “sobradamente libre” y Menéndez Pelayo añadió que “el mejor de estos sonetos no puede transcribirse aquí por ser un tanto deshonesto”. Así nos fue.
XXVII.- Francisco de Terrazas (1525-1580)
¡Ay basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais, del bien supremo, claro indicio!
¡Hermosos capiteles y artificio
del arco que aun de mí me pone celo!
¡Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!
¡Ay puerta de la gloria de Cupido,
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!;
sepamos hasta cuándo estáis cerrada,
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.
hola
ResponderEliminarno entiendo porque dice "que aun de mí me pone celo".
Alguien tiene una explicación ?