lunes, 20 de abril de 2015

Retretes

En una entrevista que hace unos años hicieron al genial y desaparecido Juan Luis Galiardo, recuerdo que venía a decir que el saludo entre dos adultos no debería ser el habitual “Hola, qué tal estás” o “¿Cómo has dormido esta noche”?, sino “Hola, ¿has evacuado hoy debidamente?”. Porque, para él, la satisfacción de esta necesidad fisiológica era esencial para  afrontar la vida con optimismo. Estando de acuerdo con él, también pensé que esto nos chocaba a los occidentales porque me parecía que lo que decía Galiardo era una actitud típicamente oriental. Lo que me ha llevado al maestro Junichiro Tanizaki y algunos de sus libros.

En la novela La vida enmascarada del señor de Musashi se nos habla sobre el refinamiento de las damas de la aristocracia japonesa en el pasado, que hacían sus deposiciones sobre innumerables alas de mariposa previamente amontonadas. O de aquella belleza de la corte de Kioto cuando trató de volver loco a un pretendiente con una réplica de sus propios excrementos modelada en semillas de clavo. Pero atendiendo a tiempos más modernos y a una casa tradicional japonesa, en El elogio de la sombra podemos leer esta descripción de los retretes:

Siempre apartados del edificio principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo de donde nos llega un olor a verdor y a musgo; después de haber atravesado para llegar una galería cubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shôji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir. El maestro Sôseki, al parecer, contaba entre los grandes placeres de la existencia el hecho de ir a obrar cada mañana, precisando que era una satisfacción de tipo esencialmente fisiológico… En verdad, tales lugares armonizan con el canto de los insectos, el gorjeo de los pájaros y las noches de luna; es el mejor lugar para gozar la punzante melancolía de las cosas en cada una de las cuatro estaciones y los antiguos poetas de haiku han debido de encontrar en ellos innumerables temas. Por lo tanto, no parece descabellado pretender que es en la construcción de los retretes donde la arquitectura japonesa ha alcanzado el colmo del refinamiento. Nuestros antepasados, que lo poetizaban todo, consiguieron paradójicamente transmutar en un lugar del más exquisito buen gusto aquel cuyo destino en la casa era el más sórdido…


No encuentro mejor manera de acabar esta breve entrada que con las palabras de este inspirado texto y deseando, al estilo de mi admirado Juan Luis Galiardo, que ustedes obren de la manera más satisfactoria y feliz que les sea posible.

1 comentario:

  1. Con qué delicadeza se puede hablar de cualquier cosa. El Elogio de la penumbra es un libro maravilloso. Muchas gracias por la entrada, Luis. Emilio

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