Seguramente
porque otra vez y de manera igualmente injusta se vuelve a echar buena parte
del peso de la crisis económica sobre la espalda de los sufridos servidores
públicos, nos viene a la cabeza la conmovedora figura del funcionario Akakiy
Akakiyevich, protagonista del relato El
capote de Nikolái Gógol, que para
muchos es uno de los grandes cuentos del siglo diecinueve.
La
llegada de un nuevo invierno en San Petersburgo y el desgaste de su viejo capote,
le ponen a Akakiyevich ante la necesidad de adquirir un nuevo abrigo. E
inopinadamente, esta contingencia viene a suponer un cambio en su hasta
entonces anónima y gris existencia, en apariencia tan solo absorbida por su diario
trabajo de copista y que él lleva con tanto esmero y probidad que le llega a
convertir en objeto de burla de sus propios compañeros.
Primero,
sus escasos recursos y la miseria de sueldo que recibe como funcionario le
obligan a realizar grandes sacrificios para ahorrar para el abrigo:
…Llegó a la conclusión de que era preciso reducir los gastos ordinarios por lo menos durante un año, o sea dejar de tomar té todas las noches, no encender la vela por la noche, y si tenía que copiar algo, ir a la habitación de la patrona para trabajar a la luz de su vela. También sería preciso al andar por la calle pisar lo más suavemente posible las piedras y baldosas e incluso hasta ir casi de puntillas para no gastar demasiado rápidamente las suelas…Incluso hasta llegó a dejar de cenar; pero, en cambio, se alimentaba espiritualmente con la eterna idea de su futuro abrigo.
Y
cuando después de tantas penalidades consigue el ansiado abrigo, este le es
robado vilmente.
Entonces
se produce el segundo despertar de Akaiy Akakiyevich. Porque cuando acude al
Comisario de la policía y a la Alta
Personalidad política para solicitar amparo y justicia, solo encuentra
desinterés, menosprecio y prepotencia. Y por primera vez, aquel hombre que no
había realizado nada extraordinario en su vida pero que había visto el espíritu
de la luz en forma de abrigo, se rebela. Una rebelión que lleva más allá de la
vida, pues cuando la muerte le sorprende, el fantasma de Akakiy Akakiyevich
siembra el terror en las frías noches de San Petersburgo: su blanco espectro se
aparece de improviso y despoja de sus abrigos a los confiados ciudadanos de
cualquier condición. Hasta que también arrebata el abrigo a la Alta Personalidad
que le ha humillado en vida y parece apaciguarse.
¿Sería
extraño que, en este próximo invierno y en cualquiera de nuestras ciudades
europeas asoladas por la crisis, el fantasma de este humilde funcionario
volviera a manifestarse y se apareciera a esas “altas personalidades” de toda
condición que exhiben casi a diario un comportamiento tan egoísta e insensible?
Bastaría con que les dejara sin abrigo, sin máscara, desnudos, con sus
vergüenzas expuestas a la consideración de los demás.
Muy apropiado, Luis, este cuento para los tiempos que vivimos. Ha sido un acierto recuperarlo como aviso de lo que puede venir si no reaccionamos. Ya lo he divulgado en mi cuenta de Google+ para empezar nuestra propia rebelión. :-)
ResponderEliminarCuento inolvidable. Y esta edición tiene muy buena pinta. Cuántos Akakiys no pasarán frío este invierno...
ResponderEliminarAmigo Luis todo se repite. Muy buena la lectuta de Gogol. Felix
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