En estas memorias conocemos los
sentimientos de un enano que estuvo en todas las cortes europeas a finales del
siglo XVIII. Podemos inferir de ellas lo que han sentido toda esa gente “de
placer” (así se les llamaba) que los reyes han tenido en sus palacios. Y lo que
sienten es, en primer lugar, agradecimiento hacia su benefactor, si lo tienen.
Y cuando no lo tienen y deben recurrir a exhibirse para sobrevivir, sienten un
poco herido su amor propio, pero no mucho. Es decir, esta gente, que solía
proceder de familias modestas, se sentían unos privilegiados por poder vivir en
palacios, aunque su misión fuese divertir a sus dueños. Solo veían humillación
si eso tenían que hacerlo, no para aristócratas, sino para la plebe.
¿Cuál era el encanto
de los enanos para la aristocracia? Quizá que parezcan adultos en el cuerpo de
niños, lo que siempre tiene algo de mágico. Parece que en este caso concreto a
los hombres les llamaba la atención lo educado y lo bien que hablaba esta
miniatura. Las mujeres lo debían de ver como un muñeco. Es el hombre que más
horas pasó sobre las rodillas de las mujeres más hermosas y fascinantes de la
Europa de la época, que no dejaban de acariciarlo. Cuenta una anécdota que lo
expresa. Al final de uno de los conciertos que acabó dando para ganarse la
vida, oye a una niña que le dice a su padre: “Cómpramelo, papá. Yo lo vestiré y
le daré de comer”.
Este Boruwlaski cuenta que cuando llegó a
Luneville coincidió con otro enano, también muy famoso, que llegó a sentir
tantos celos de él que en una ocasión lo agarró por la cintura e intentó
arrojarlo al fuego que ardía en la chimenea del salón en el que se habían
quedado solos. Boruwlaski salvó la vida porque se agarró in extremis a una
barra de hierro en la que se colgaba el atizador y eso dio tiempo a que
llegaran los que habían oído el tumulto. Qué escena.
El hombre se pasa buena parte del libro
contando los palacios que visitó y lo que le quería el príncipe de Tal y el
conde de Cual, y justificando las cosas que tuvo que acabar haciendo –exhibirse
a cambio de dinero y aceptar visitas pagadas en casa- para sobrevivir.
El capítulo más largo del libro se
corresponde con la parte que él consideraba más importante de su vida: su
amada. Explica que estando bajo la protección de la condesa Humieska se enamoró
de una joven llamada Isaline. Y nos muestra las cartas que se cruzaron durante
aquella época, que él guarda como un tesoro. En las primeras él le declara a
ella su pasión. Pero ella le pide que se olvide de ella como enamorada, que le
aprecia como amigo. Lees pensando: un epistolario en el que vamos a ver cómo ella
va cambiando poco a poco sus sentimientos y acaba amando a ese pobre marginado.
Cuando la condesa Humieska se entera de la pasión del enano, le exige que
abandone la idea, por desproporcionada e irrazonable. Pero él insiste. Le dice
a Isaline que deben vencer la oposición de la condesa y de los padres de
Isaline. Isaline le repite que no quiere tener con él más que una relación de
amistad. La condesa, en vista de la insistencia del enano, le retira su
protección, o sea, lo echa de su casa. Y también echa a Isaline, que tiene que
volver a casa de sus padres. Boruwlaski le dice: ya solo tenemos que vencer la
oposición de tus padres. Escuchemos lo que dice la pobre chica en una de las
últimas cartas (¡que el enano muestra con orgullo!):
“Usted es la razón de que la señora condesa Humieska me haya retirado sus favores y de que me haya visto forzada, muy a mi pesar, a retornar a la casa paterna. Eso no es todo: mi madre me colma de reproches y mis hermanas me ridiculizan. Toda la ciudad habla de este asunto, no puedo ir a ninguna parte sin exponerme a bromas de mal gusto. ¿Qué le he hecho yo para que me ocasione trastornos tan violentos? Renuncie por favor a sus pretensiones.”
Entonces Boruwlaski se dirige a un príncipe, uno de
los infinitos príncipes que pululaban por las cortes europeas, y este le da
todo su apoyo. Cuando la madre de Isaline se entera de que Boruwlaski cuenta
con el apoyo del príncipe, ve el asunto como un negocio ventajoso y da su
consentimiento para que su hija –que sigue sin querer casarse con ese hombre,
hasta la última carta- se case. Total, ¡que se casan! El maldito enano se ha
salido con la suya. Ella no ha contado para nada. Todo lo han decidido el
pretendiente y los que tenían autoridad sobre la joven. Y a él le da igual. Debían
de ser los vientos que soplaban en la época.
Joseph
Boruwlaski Memorias del célebre enano
Joseph Boruwlaski (Lengua de Trapo, 2010)
Este cae, seguro. Gracias por el interesantísimo hallazgo.
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