Hace unos años, en una mesa redonda con narradores, se trataba del motivo elegido por cada autor en su escritura. Era algo sobre lo que ya había pensado, y no dudé en contestar que por regla general mis motivos tenían que ver con personas o situaciones que por alguna razón se me presentaban como un enigma y exigían de mí una historia a modo de respuesta o explicación.
En algunas ocasiones, la exigencia era clara y apremiante; pero la mayor parte de las veces solo se trataba de una señal, en apariencia insignificante –una anécdota, una frase, un gesto, una imagen–, que sin embargo me dejaba en el ánimo una huella definida. Solo con el tiempo –podían transcurrir años– el enigma reaparecía con todo el vigor de su reclamación. La necesidad de la historia se convertía entonces en una obsesión, pues me daba cuenta de que su trama o urdimbre no podía ser cualquiera, sino que, de entre todas las que yo podía imaginar, solo una, en su relato, llevaba la solución. A veces, encontrarla me llevaba unos pocos minutos; otras, mucho tiempo. Y sé que habrá algunos casos para los que ya no me llegará el tiempo.
Lo que sigue siendo una constante cada vez que doy con la buena historia es el gran alivio que se experimenta, y la alegría del descubrimiento de la que uno se siente embargado.
Tiempo después releí a Karl Popper en su opinión de acercarse a la ciencia:
Pienso que solo hay una manera de llegar a la ciencia o, si se quiere, a la filosofía: conocer un problema, ver su belleza y enamorarse de él; casarse con él y vivir juntos hasta que la muerte nos separe, a menos de que antes conozcamos otro problema aún más encantador o a menos de que consigamos encontrar efectivamente una solución. Pero incluso si encontramos una solución, es posible que luego descubramos, con gran alegría por nuestra parte, la existencia de toda una familia –igualmente encantadora aunque tal vez más difícil– de problemas-hijo…
Y comprendí que, a pesar de que las ciencias y las letras parezcan tan distantes, era eso lo que de manera más torpe yo había querido decir con respecto al motivo de mis relatos. Eso exactamente.
¡Qué bueno, Luis! Gracias
ResponderEliminarLacan habló de la falla epistemo-somática para referirse a la disociación entre la ciencia y el cuerpo, esta entrada me ha hecho pensar en algo que podría llamarse falla epistemo-poética.
ResponderEliminarLos temas se presentan si avisar. Yo intento atraparlos en una libreta negra pero, cuando vuelvo a abrirla, muchos han desaparecido. Ha desaparecido esa sensación que te provocaron al presentarse y que te habría impelido a empezar a escribirlos...de haber tenido tiempo. Otros, sin embargo, siguen allí y mantienen ese mensaje oculto tras la torpe cárcel de palabras con que los quise capturar.
ResponderEliminarSí, creo que es verdad que se presentan sin avisar. Y que si tienen la suficiente entidad, perduran, a pesar de que perdamos las anotaciones. (Pues es que en muchas ocasiones –al menos a mí me parece- su señal se presenta como carga retardada y profunda, no consciente, y por tanto no da oportunidad a ser anotada.)
EliminarY desde luego, los temas o motivos son muy variados. (En esa ocasión que cito, cada narrador daba uno distinto.) Lo que, sin embargo, me parece más interesante y esencial es el hecho de que casi todos los temas o motivos que se citaban se presentaban como “problema”: producen una resquebrajadura, falla –me gusta mucho lo que citaba Alba Steiner denominando falla epistemo-poética- en la estructura intelectual del escritor, que este trata de solucionar con una narración. Y en ese sentido me parece igual a la teoría que el científico postula para solucionar la falla que la realidad le hace en su estructura teórica. Y en ambos casos se produce un avance y se profundiza en el conocimiento de la realidad.
Completamente de acuerdo, es justamente eso. Se trata de algo que no concuerda y que se trata de resolver. Puede ser por muchos motivos. Me ha encantado esa concordancia con la investigación científica. Y me has convencido: son de índole diferente pero el mecanismo es igual.
ResponderEliminarGracias. El paso siguiente -y realmente interesante- es tratar de distinguir en qué aspectos la creación literaria coincide con la científica y en qué cosas se diferencian.
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