Por José García Caneiro
GUINIGUADA Y PUENTE DE PALO
No tenía otra forma Guiniguada
de oponerse a la flecha del destino.
Sabedor del final, en un esfuerzo,
aunó el brillo del sol
con el azogue esmerilado de las aguas
y con la dura veta
del tronco desbastado
y con las cristaleras
de todos los quioscos.
Como una última canción,
fijó en la plata opaca de su alma
aquella imagen:
transparencias de espacios
y de tiempos
perdidos en un decurso lento.
Reproducción total,
intemporal retrato,
que nunca captarán ya las retinas.
Soberbio poema, Pepe. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarCon semejantes alabanzas, el que se va a volver un soberbio va a ser el tal Pepe
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