No
sé qué me atrajo más del escritor uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964), si
su vida, que parece un cuento, o sus relatos, tan llenos de vida y sueños.
Desde luego, me llamó la atención su ascendencia isleña –su padre fue tinerfeño–,
y, sin duda y como decía, una peripecia vital que parece sacada de uno de sus
relatos. Compositor y pianista, se pasó parte de su vida dando recitales por
Uruguay y Argentina, tema y atmósfera que recreó en muchas de sus narraciones.
En 1947, ya dedicado a la literatura y viviendo en París con la ayuda de una
beca, Felisberto conoce a una hermosa española, María Luisa de Las Heras, de la
que se enamora y con la que se acaba casando a su vuelta a Montevideo. Pero
María Luisa no resulta ser la discreta mujer amante de los niños y modista de
alta costura que dice ser, sino coronela del Ejército Rojo y miembro de los
servicios secretos soviéticos con un largo historial en el que se cuenta un
intento frustrado de asesinar a Trotski. Su boda con Felisberto
solo es la tapadera para la organización de una amplia red de espionaje en
Latinoamérica. Se dice que en 1964, cuando Felisberto Hernández muere, lo hizo
en la ignorancia de ese terrible secreto de la mujer con la que se había
casado. Sin embargo, hay un estupendo relato, Las Hortensias, precisamente dedicado a María Luisa con motivo de
la boda, a través del cual parece que el autor le dice a su mujer que sabe que
en realidad es una espía soviética. Lo que quizá no se atrevió a decirle a la
cara, se lo confiesa a través de un relato. No podía ser más literario.
De
sus libros destaco La casa inundada, y el relato que da título al
conjunto, con un espléndido prólogo de Julio Cortázar, cuyas reflexiones sobre
la literatura de Felisberto comentaré en otro momento.
Con
respecto a este relato, decir que está lleno de imaginación, humor y poesía.
Una mujer “inmensa”, doña Margarita, pierde a su marido y entabla una relación
con el agua. Compra una casa de campo y un proyecto para inundarla, lo que hace
por medio de un sistema hidráulico que saca y mete agua a voluntad. El
protagonista, un escritor, va a la casa y doña Margarita le va contando su
historia y adentrando en su misterio, lentamente, en muchos días. Y él acaba
embrujado por la casa, por la mujer y por el agua. Es un relato para leerlo con
la misma morosidad con la que el protagonista va descubriendo los misterios del
agua y de doña Margarita, dejándose llevar como uno se deja llevar por los
sueños o el fluir del agua; como el mismo Felisberto decía de sus cuentos, sin
buscar estructuras lógicas, sino algo que se transforme en poesía cuando
ciertos ojos lo miran…
Estupendo, Luis, como siempre. Gracias.
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