viernes, 11 de noviembre de 2016

Penal de Ocaña, de María Josefa Canellada


Por Emilio Gavilanes

¿Por qué no es más conocida esta novela, esta extraordinaria novela, que transcurre durante el primer año de la guerra civil española? (porque lo cierto es que es una novela apenas mencionada, ni siquiera entre los especialistas de la literatura de la guerra civil). Los motivos tienen que ver en parte con su historia editorial, que es un tanto accidentada. La novela queda finalista del premio Café Gijón en 1954, el año en que lo gana Carmen Martín Gaite con El balneario, una escritora de largo recorrido que formará parte de una generación que marcará el gusto literario durante mucho tiempo, un gusto en el que no acaba de encajar  este Penal de Ocaña. La novela se iba a publicar en Ínsula en 1955, pero la censura la prohibió. Finalmente se publicó en 1964, con algunos cortes ridículos. Seguramente entonces no fue bien recibida por nadie (como tampoco lo habría sido en 1955). El bando vencedor de la guerra no le perdonaría que la protagonista preste su servicio en un hospital republicano y que muestre toda su simpatía y solidaridad con los heridos que llegan del frente (es verdad que no hay ninguna declaración explícita de simpatía por el bando republicano, pero tampoco la hay de rechazo). Y los antifranquistas no le perdonarían fragmentos como este: "Estamos de acuerdo completamente en una cosa: nosotros tenemos que estar forzosamente con los nacionales, porque nuestra civilización es cristiana, porque tenemos un pasado que es -querámoslo o no- una cultura cristiana, y de la cual no podemos prescindir" (p. 87), seguramente un fragmento sincero, aunque quizá haya en él algo de peaje para publicar una novela "del bando rojo".

El libro se reeditó en 1985, en la colección Austral, en un momento en que el país estaba ocupado en olvidar todo lo que recordase un pasado de enfrentamientos, y parte de ello serían las novelas de la guerra civil. Por otra lado, no es una novela de peripecias, no hay grandes acciones, no hay una intriga que nos mantenga atrapados en su lectura (solo al final hay un inicio de trama novelesca, pero se corta sin contemplaciones).

Lo que hay es una voz de  mujer que habla, que cuenta, que se expresa, que reflexiona, que se lamenta, que llora… Y es la delicadeza de esta voz la que nos tiene subyugados de la primera a la última línea.

La novela se presenta como el diario de una joven de veinte años que se alista voluntaria como enfermera en un hospital habilitado en el casino de Madrid, en la calle de Alcalá, y, cuando los bombardeos aconsejan trasladarlo, en el penal de Ocaña, que ha sido desalojado.

No es una novela de guerra. Y sin embargo pocas veces se ha contado tan bien lo que es la guerra, que se cuela por todas las rendijas de este texto.

El prólogo de Zamora Vicente es muy clarificador, como no podía ser menos (Zamora es, aparte de gran escritor, uno de nuestros mejores lectores). El libro, nos dice, es un intento de comprensión de la realidad trágica de la guerra civil, que muestra que la guerra es una sacudida brutal que pone en evidencia la condición humana, con sus miserias y su grandeza. Y resalta este pasaje, en el que está todo el libro: "Los míos son todos, los vencidos, estos pobres campesinos y pastores que dan su vida sin saber ellos mismos para qué la dan" (p. 111). Efectivamente de esto "trata" este libro, no de las razones de cada uno de los bandos. De hecho, la autora desdeña en un pasaje las ideas puestas en juego en la guerra.

De los muchos aspectos que se podrían resaltar (alguien debería hacer un estudio pormenorizado de todas las caras que presenta esta novela), a mí me gustan especialmente las alusiones literarias que hay diseminadas por el texto (la joven protagonista es estudiante de Letras). Qué bonito su recuerdo del conde Olinos un amanecer, o de Peribáñez mientras pasea por el pueblo, o de Jorge Manrique, o de Camoens, y qué sentidamente lamenta los saqueos que está propiciando la guerra (qué tristeza al encontrar en los restos de una hoguera fragmentos de un pergamino).


La nieta de la autora, Ana Zamora, ha elaborado y dirigido con mucha sensibilidad una magnífica adaptación teatral, de la que uno sale con la impresión de haber asistido a algo más que un espectáculo teatral, de haber tenido una muy alta experiencia en el reino del espíritu.

2 comentarios:

  1. Gracias por este rescate, Emilio. Tú, como Zamora Vicente eres otro magnífico escritor/lector. Habrá que buscarlo por ferias y librerías de viejo. Lo he visto en la web por treinta euros.

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  2. La adaptación de la novela Penal de Ocaña de Maria Josefa Canella, representada en el Itinerario Artístico Literario ALONSO Zamora Vicente fue un éxito en la noche del día 11 de noviembre, saliendo las dos actrices a saludar tres veces ante un público impresionado y entregado. Hoy María Victoria Navas Sánche-Élez y Juan Miguel Ribera Llopis han presentado una esclarecedora ponencia en la mesa redonda con debate AZV-3 de las cinco sesisones técnicas que tiene el Itinerario, relacionada con la censura en las obras de María Josefa Canellada Llavona y Alonso Zamora Vicente.

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