Van
dos peces jóvenes nadando y de pronto se encuentran a un pez más viejo que
viene nadando en sentido contrario. El pez mayor se acerca y dice: “Buenos
días, chicos, ¿qué tal está el agua?”. Los peces jóvenes continúan nadando
juntos y al cabo de un rato uno se para y dice: “¿Qué demonios es el agua?”.
Con esta ironía empezaba David Foster Wallace el
discurso en la ceremonia de graduación del Kenyon College a la que había sido
invitado en el año 2005, y continuaba:
Aprender
a pensar en realidad significa aprender a desarrollar cierto control sobre
“cómo” y “qué” se piensa. Significa ser consciente y estar lo suficientemente
atento como para “elegir” a qué cosas prestar atención y “elegir” cómo uno
construye significado a partir de la experiencia. Porque si en su vida adulta
uno no puede o no está dispuesto a ejercitar esta clase de elección, está
totalmente vendido. Pensad en el viejo tópico según el cual “la mente es un
siervo excelente, pero un amo lamentable”.
El episodio está recogido en Todas las historias de amor son historias de fantasmas, de D.T.
Max, que es la primera biografía de David Foster Wallace, muerto en el año 2008
cuando apenas contaba con 45 años de edad, y que seguramente es el escritor
norteamericano más innovador y con más alcance de los últimos años.
Me gustó mucho esta biografía de D.T. Max, no
solo porque documenta con rigor los hitos más significativos de la breve
existencia de Wallace –la cultura del Medio Oeste en la que vivió sus primeros
años, la influencia de unos padres cultos y con un ideario liberal de la
educación, la aparición de una depresión que a la postre acabaría con su vida,
las reiteradas caídas en el alcohol y las drogas y su constante lucha por
escapar de ellas, su inestabilidad emocional y la búsqueda de la mujer idealizada
que nunca encuentra–, sino porque, paralelamente y en relación directa con esa
experiencia vital, vemos nacer y crecer su vocación literaria. Una literatura
que como su vida es tempestuosa, llena de dudas, altibajos, periodos de
oscuridad y otros de enorme brillantez y clarividencia. Los lectores de La escoba del sistema, La niña del pelo
raro, La broma infinita (la novela que le llevaría al éxito), Entrevistas breves con hombres repulsivos o
Extinción, podrán encontrar en estas
páginas de D.T. Max los entresijos vitales y presupuestos teóricos de los que
nacieron (las lúcidas reflexiones y dudas que le sugieren el minimalismo y
posmodernismo imperantes) y, sobre todo, cómo en la escritura de Wallace se
desdibuja hasta desaparecer esa tenue línea con que nos empeñamos en separar la
ficción de la realidad.