viernes, 31 de mayo de 2013

Los otros clásicos VII- Bartolomé Cayrasco de Figueroa



Hoy, consciente de la tristeza que afecta a Pepe Junco, Macu Marrero, Emilio González Déniz y el resto de los poetas canariones por la reciente y repentina desaparición de su paisano y cofrade Luis Natera Mayor, me ha parecido oportuno traer a esta palestra –bien como improvisado pésame, bien a guisa de póstumo homenaje–, al gran maestro de la poesía áurea canaria Bartolomé Cayrasco de Figueroa, un autor exquisito que alcanzó harto renombre en sus días por su rara habilidad en el manejo de un verso tan complicado como el esdrújulo. Lo celebró mucho la erudición española del Siglo de Oro, principalmente en su ciudad natal y en Sevilla y Madrid, donde fue alabado por Cervantes y Lope de Vega, y se le consideró precursor del sonoro virtuosismo y la turbadora musicalidad que pronto habría de alcanzar la poesía de Góngora. Puede que hogaño sus rimas esdrújulas nos resulten un tanto forzadas, fatigosas y grandilocuentes; pero otros poemas de Cayrasco de Figueroa, como este espléndido soneto que ilustra soberanamente la eficacia del oxímoron y el gusto áureo por el juego conocido como “suma de opósitos”, bien puede figurar en la crestomatía más exigente de la lírica áurea.

VII.- Bartolomé Cayrasco de Figueroa (1538-1610)

Un fuego helado, un encendido hielo, 
tiniebla clara, claridad obscura, 
vida que mata, muerte que asegura, 
consuelo triste, alegre desconsuelo;

firmeza irresistible, infirme vuelo, 
dudoso puerto, tempestad segura, 
florido invierno, mayo sin ventura, 
forzosa voluntad, dulce martelo;

prado lleno de flores y de abrojos, 
mar donde reinan juntos viento y calma, 
monstruo que no hay viviente que no asombre,

veneno que se bebe por los ojos 
y tiene su lugar dentro del alma: 
esto es amor, y Amor mi propio nombre.

2 comentarios:

  1. Tiene una fea belleza este soneto, y es malignamente bueno, por decir una falsa verdad.

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  2. Casi diría que es canarionamente chicharrero, o chicharreramente canarión.

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